Alfonso Merlos

Anormales por Alfonso Merlos

La Razón
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Que los becerros de ETA presenten al tal Arzuaga como futuro comisario de Libertades Públicas equivale a que la Sociedad de Cuchilleros de Londres presentase a Jack el Destripador para presidir el gremio. Un insulto, una grosería, una extravagancia, una tomadura de pelo, un golpe insuperable de cinismo pero, esencialmente, un movimiento de corte fascista. Un paso adelante más de quienes creen que, guardando toda la complicidad que siempre han guardado con el crimen, pueden hacer avanzar su agenda política ante el dontancredismo del poder judicial.
¿De qué van los testaferros de Ternera, De Juana y otros matarifes de la misma mano? ¿Es normal, como ha pregonado el candidato a gerifalte de Exteriores, que con una banda de asesinos aún escondida y sin comparecer ante la justicia, el objetivo de la nueva Euskal Herria sea enseñarle a los extranjeros unas maravillosas playas para hacer surf o unas fantásticas cuevas llenas de seres mitológicos? ¿Se puede ser más canelo? ¿Se puede tener menos vergüenza? ¿Se puede insultar más al votante?
¿Qué es eso de instituir un ministerio de Soberanía Alimentaria para proteger el RH de los cachorros del nacionalismo más totalitario? ¿Van a obligar estos cafres a los ciudadanos a que cada semana, reglamentariamente, consuman alubias de Tolosa, o chipirones de Zarauz, o merluza en salsa verde, o espárragos de Mendavia, o txangurro a la donostiarra, o chicharro al horno, o tortilla de bacalao, o anchoas de Guetaria? ¿Piensan colocar chivatos y delatores a las puertas de cada supermercado, en los fogones de cada restaurante?
Ironías y excentricidades al margen, los compinches de Troitiño pueden pretender hacer de su capa un sayo. Pero la democracia debe ir a lo suyo. De una vez. Y eso significa que debe resolver los dos centenares de denuncias que acumulan los que siguen teniendo un pequeñísimo problema: están muy lejos de la ley y muy cerca del terror.