Cataluña
Herta Müller critica la unión lengua-patria
BARCELONA- Formaba parte de una minoría alemana en la Rumanía de Ceaucescu, dictadura que la vejó y humilló hasta que tuvo que huir de su país. Esta experiencia, que va de la privación de la libertad de opinión a los campos de trabajo, marcó su imaginario y dedicó todos sus esfuerzos en denunciar el horror y la tiranía del régimen del dictador rumano.
Sus libros unen lucidez, crítica y un marcado carácter lírico y metafórico, y han conseguido emocionar e indignar al mundo literario, que en 2009 le otorgó el Premio Nobel. No ha sido una vida fácil, desde luego, pero Herta Müller ha sabido luchar contra las mareas negras y triunfar. «Sólo puedo tocar la realidad si utilizo metáforas. Envidio a los autores que escriben con una claridad cristalina, pero cuando escribo no busco claridad, busco justicia», señaló ayer Müller.
En busca del «todo»
La escritora presentó ayer en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) la exposición «El círculo vicioso de las palabras», en la que se documenta los momentos clave de su vida a través de fotografías, textos, audiovisuales, manuscritos y otra documentación. Además, ayer ofreció la conferencia «El idioma como patria» en la que criticó la asociación que muchos hacen de la lengua como sinónimo de patria.
La autora de «El hombre es un gran faisán en el mundo» sabe que en Alemania la ven como rumana y en Rumanía la ven como alemana, hasta el punto de que muchos rumanos no consideran que sea representante de su país en el palmarés del Nobel. Ella, por tanto, se siente extraña en ambos mundos. Escribe en alemán, pero lo hace pensando en rumano, con lo que mezcla la aridez de la lengua teutona y el mundo supersticioso, la sensualidad y la vulgaridad no ordinaria del rumano. «La lengua no puede representar ninguna patria, pues la misma lengua en la que vivía era la de un régimen que me controlaba y humillaba. Podría haber reaccionado con hostilidad contra la lengua, pero no importa como vehículo, sólo lo que cuenta», aseguró ayer la escritora.
La escritora aseguró que no distingue entre géneros y que se mueve igual de bien en la novela, el relato, el ensayo o la poesía. Aún así, reconoció que antes de entrar en los interrogatorios de los servicios de seguridad del régimen de Ceaucescu solía recitar poemas en silencio y que este simple ejercicio le daba fuerzas para aguantar lo que sabía vendría a continuación. «La poesía es como una oración para gente laica. Las metáforas no intentan embellecer el horror, sino reclamar justicia. Supongo que se trata de poesía práctica, pragmática y necesaria para sobrevivir», aseguró Müller.
La escritora recordó que el horror, la inminencia de la muerte, y la vida al límite, nunca coartan la imaginación ni la fantasía, sino que la exacerban, la vuelven histérica y caótica y a veces es en esta locura donde los condenados pueden tener su refugio.
En este sentido, Müller recordó de forma irónica que la segunda persona con más peso político de Timisoara, su ciudad de nacimiento, llegó a señalar tras conocerse que había ganado el Nobel que debería dar parte del premio al servicio secreto rumano, porque ellos proporcionaron la temática de la mayoría de sus obras.
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