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El amigo francés por Martín Prieto
Cuenta Barrionuevo, ex ministro del Interior de Felipe González, condenado por secuestrar a la gente, que el presidente Mitterrand se hacía el sueco a la hora de ayudar a sus correligionarios españoles contra ETA. Nuestro ex presidiario y su comitiva fueron a París a reunirse como «compañóns» con Gastón Deferré, colega de Barrionuevo y, precisamente, eterno alcalde de Marsella, acompañado por los suyos. Barrionuevo se armó de paciencia y les explicó que el País Vasco era una autonomía con su jefe de Gobierno elegido libremente, Policía propia, lengua vernácula y casi presupuesto a discreción. Deferré sonrió socarronamente, y para que los españoles no le entendieran, habló en marsellés a uno de sus cargos: «Estos tipos nos toman el pelo. Dicen que los vascos votan». En el séquito del partidario de los raptos figuraba un policía que habiendo vivido en Marsella hablaba el dialecto y traduciéndole a su jefe, se armó el arrianismo de la de Dios es Cristo y todos los socialistas transpirenaicos se levantaron enojados de la mesa. Quizá porque pagábamos mercenarios de la OAS («Organitatión de la Armeé Secrete») para asesinar etarras, los socialistas no nos dieron ni agua. Peor la derecha gala. El sueño recurrente de Martín Villa, ministro del Interior de Adolfo Suárez, consistía en detener con vejámenes al presidente Valery Giscard d'Estaigne. El pisaverde era aristocratizante y entendía que sólo debía tratar de tú a tú con el Rey de España. D' Estaigne encarnó como ningún otro el estereotipo mostrenco de que lo que resulta malo para España es beneficioso para Francia. Antes que ETA cometiera el suicidio de asesinar gendarmes, el presidente Sarkozy entendió que la banda era terrorista y sigue siendo solidario con España. Como es húngaro el chauvinismo francés no le impide mirar al sur con simpatía. El Toisson le sienta bien. El único habitante de El Elíseo que no nos ha mirado con suficiencia. El amigo francés.
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