Miami
Nadal se estrella
Siete años después, Nadal volvió a caer en la segunda ronda de Wimbledon. De Gilles Müller en 2005 a Lukas Rosol ayer. El checo, que lucha por colarse entre los 100 mejores del mundo, fue una pesadilla. El partido empezó mal y terminó peor. En cinco sets (6-7 [9/11], 6-4, 6-4, 2-6 y 6-4) y después de 3 horas y 18 minutos, Rafa se despidió del All England Tennis Club hasta los Juegos Olímpicos. La consecuencia más inmediata de la derrota es que perderá el número dos del mundo, aunque, por ver el lado positivo, la gran sorpresa de la temporada le servirá para llegar a la cita olímpica con más ganas de reeditar el oro que logró en Pekín.
«Es un milagro. He jugado el partido de mi vida», fue lo único que acertaba a decir Rosol nada más abandonar la central. Desde su 1,96, el checo de 26 años, que lo más cerca que ha estado de la élite fue hace 11 meses en el puesto 65 del mundo, decidió pegarlo todo. Su apuesta suicida le salió perfecta. Terminó el partido con 22 saques directos, con 65 golpes ganadores y con Nadal atrincherado en el fondo de la pista sin dar crédito a lo que tenía enfrente. Porque Rosol en su vida había ido más allá de la previa del torneo. En los cinco años anteriores fue incapaz de superar la primera ronda entre los jugadores que matan por acceder al cuadro principal. Era su sexta presencia en un «Grand Slam», su primera vez en la central, su mejor resultado del año era una tercera ronda en Miami... Pues su tenis no se ajustó a nada de eso. Especialmente en el quinto set.
A Rafa no le hizo ninguna gracia la decisión del árbitro de que el partido debía terminar ayer fuera como fuera. Después de igualar a dos mangas, la luz abandonaba Londres. Quedaban dos alternativas. Todos a casa y que el quinto set se jugara hoy o parón y con la pista cubierta a jugar el quinto set. Para disgusto de Nadal, se apostó por la segunda opción. Hubo un receso de 40 minutos, se cerró la central con el techo retráctil, y a seguir. Rosol ni se inmutó. Volvió mejor de lo que se había ido y a Nadal cada vez se le notaba más incómodo en la pista. Se agarró al partido con desesperación cuando levantó un 0-30 con 4-2 en contra. El checo, que tiene como superficie favorita la tierra batida, siguió a lo suyo. Palo va, palo viene. A la primera oportunidad y con un «ace», mandó a Rafa a Manacor con una derrota muy complicada de digerir.
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