OTAN
Guerra medicalizada por José Luis Alvite
Que nadie se escandalice por la posibilidad de que España venda carros de combate al régimen dictatorial de Arabia Saudí. Se trata de negocios y ya se sabe que lo que determina los negocios no son los sentimientos, sino los intereses. Es absurdo insistir en la idea de que los ejércitos son unos entes amables concebidos para el mantenimiento de la paz y para asegurar una especie de sagrada beneficencia internacional. Yo nunca he entendido la obsesión de nuestros gobernantes al camuflar con dulces eufemismos sanitarios el verdadero carácter de las Fuerzas Armadas, presentando nuestros buques de guerra más potentes como unidades concebidas para la asistencia humanitaria. Las Fuerzas Armadas surgen de la necesidad de asegurar las fronteras en caso de una invasión exterior o por la razonable conveniencia de proyectar la imagen de un país capaz de sostener sus razones con la contundencia que se considere necesaria. Después de las guerras mundiales tiene poco sentido defender la idea de una diplomacia retórica. La oratoria ya no sirve y el cuerpo diplomático es útil apenas como anacrónico servicio de mensajería. Como los anteriores inquilinos de la Casa Blanca, el presidente Obama sabe que el cuerpo diplomático es sólo un símbolo a medio camino entre la literatura y la sastrería, un recordatorio del baile de salón, y que quien de verdad transmite las convicciones diplomáticas de los Estados Unidos es el Cuerpo de Marines. Un país que pretenda tener peso internacional ha de entender que su facilidad para convencer tendrá mucho que ver con su capacidad para intimidar. Los países verdaderamente fuertes no aspiran a tener la razón; se conforman con que se la den.
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