Puntadas vintage

U na camisa blanca, unos vaqueros y un blazer en marino. Básicos que nunca fallan. Como «Moda. Historia de los diseños y estilos que han marcado época». Fondo de armario para aprender cómo se han cosido los dobladillos en los dos últimos siglos. O, mejor, manual pedagógico, que no ensayo, por el que desfila todo aquel que ha sido algo en el devenir de la moda, desde el tacón de aguja al traje sirena, del «it bag» al polisón.

En cierta ocasión, un asesor socialista de Cultura, como argumento para desmantelar el Museo del Traje, soltó: «Quien quiera ver ropa, que se vaya a El Corte Inglés». Poco sabía el remendón político de cómo el hábito viste al monje y la señora Historia. Si se dejara aleccionar, descubriría que la Revolución Francesa trajo consigo escotes de libertad, que la Segunda Guerra Mundial hace depurar las líneas de los sastres norteamericanos o cómo la minifalda es la rebeldía de los 60 en sí misma. Son sólo tres pespuntes del bordado que teje un libro en el que se disecciona a modo de cronología visual, fichas y radiografías de los Chaneles, Diores y Balenciagas. Claro, que se entiende esta exquisitez y orden en lo expuesto al venir de alguien como Stevenson, amante del «vintage» y comisaria de retrospectivas varias sobre diseño.

Lástima que la panorámica se torne algo miope a medida que se asoma al siglo XXI. Se dejan ver algún que otro trasquilón en la selección de quienes que hoy pisan la pasarela. Obsesionada con McQueen –no le falta razón– al que dedica varias páginas, despacha con un pie de foto a Marc Jacobs e ignora a Dolce & Gabbana, como si fueran María Escoté. Tampoco hay rastro alguno de Elie Saab ni de Oscar de la Renta. Deja incluso en el «backstage» el «low cost» de Zara o H&M, esto es, el perchero de medio planeta. Sin embargo, esto son sólo retales en un taller de alta costura en papel.