La Rioja

La «dolce vita» de Otegi en la cárcel

Disfruta de una celda de nueve metros cuadrados, con televisión y dos literas

En 2003 Arnaldo Otegi mostraba un aspecto mucho más descuidado y cansado. El pasado lunes, Otegi acudió en camisa, moreno y con un aspecto bastante más saludable
En 2003 Arnaldo Otegi mostraba un aspecto mucho más descuidado y cansado. El pasado lunes, Otegi acudió en camisa, moreno y con un aspecto bastante más saludablelarazon

MADRID- Siete de la mañana en la prisión de Logroño. Se abren las celdas para el primer recuento de los más de 400 internos que albergan sus muros. El preso número 603 es quizás el más conocido de todos, aunque lleva casi mes en un nuevo «alojamiento» de Navalcarnero. Sin embargo, sus compañeros de la cárcel riojana siguen su día a día a través de los medios de comunicación. Se trata de Arnaldo Otegi Mondragón, el «hombre de paz», al que incumplir la prohibición de salir de España le cambió la vida, de pasear libremente por el País Vasco a hacerlo en un patio de prisión; de disfrutar de la gastronomía vasca a comer el «rancho» y de sustituir los potes por, en todo caso, las cervezas sin alcohol. Éste es su presente. Su futuro más inmediato lo dedicirán los jueces de la Audiencia Nacional, quienes deben sentenciar si intentó o no reconstruir la ilegalizada Batasuna a través de Bateragune; aunque cuando acabe este proceso volverá a los pocos días al banquillo de los acusados, esta vez para la repetición del juicio por su participación en el homenaje al etarra «Argala».

Estos días han roto la rutina en la que estaba inmerso en tierras riojanas, donde hacía la «vida normal» de un recluso de segundo grado, aunque Otegi no se encuentra clasificado por ser un preso preventivo.

Considerado como uno de los referentes de la autodenominada «izquierda abertzale», los anuncios de la banda terrorista ETA de «cese indefinido» de las acciones terroristas no han variado un ápice su situación como preso, no ha experimentado mejora alguna en su vida carcelaria. De hecho, sigue la lista del Fichero de Internos de Especial Seguimiento (FIES), al igual que todos los que están entre rejas acusados o condenados por delitos relacionados con el terrorismo. En este caso, se le acusa de un delito de integración en organización terrorista, por el que se enfrenta a una pena de 10 años de prisión.

¿Qué quiere decir que es un preso FIES? Pues, sencillamente, que las medidas de seguridad que se adoptan respecto a él son de más intensidad que respecto a los reclusos que no tienen esa catalogación. Sus comunicaciones están intervenidas y los registros de su celda se producen con mayor frecuencia que los de sus compañeros de módulo. Y es que a excepción de las conversaciones con sus abogados, que sólo podrían conocerse bajo mandato judicial, todo lo que diga Otegi por carta, por teléfono y en el locutorio cuando tiene visitas es conocido por los funcionarios de prisiones por «motivos de seguridad».

Por supuesto, el ex portavoz de la ilegalizada Batasuna es consciente de ello y sus abogados también, puesto que se les notifica previamente y además lo conoce el juez de vigilancia penitenciaria. Así las cosas, Otegi es libre de expresar todo lo que quiera sin perjuicio ninguno para él. La intervención de sus comunicaciones se explica exclusivamente por motivos de seguridad, pero nunca puede ir más allá. De hecho, dichas conversaciones no pueden ser utilizadas como prueba en ninguna investigación porque son intervenciones administrativas, y no judiciales.


Deporte en sus ratos libres
Al margen de ello, la imagen por excelencia de la denominada «izquierda abertzale» dedica su jornada a limpiar y tener en orden su «habitación», a practicar deporte, leer y departir amigablemente con otros internos, especialmente con los que también están entre esos muros por sus presuntas vinculaciones con el entorno etarra. Uno de sus compañeros allí, Arkaitz Rodríguez Torres, comparte también estos días con él el banquillo de la Audiencia Nacional. Esas conversaciones tratan en no pocas veces «de política. Se nota que se ha movido más en el mundo de la política que en el del terrorismo activo», aseguran quienes conocen de primera mano su estancia en La Rioja.

Y como un interno más, recibe una visita semanal de unos 40 minutos de duración que se realiza a través del locutorio y separado con un cristal de su interlocutor. A esta hay que sumar un bis a bis íntimo, al que como cualquier otro preso, tiene derecho. Uno al mes con una duración aproximada de una a tres horas.

Otegi aparenta mantenerse en una buena forma física. Ello puede deberse a las horas que pasa en el patio jugando al frontón, uno de los deportes preferidos por los vascos. Como contricantes no sólo están aquellos relacionados, de una otra forma, con el terrorismo, sino que es «más abierto» y no rechaza a otros adversarios deportivos.

En su día a día en Logroño no ha tenido ningún problema con los funcionarios encargados del control de recinto penitenciario. «Tiene un trato correcto, sin más», afirman las fuentes consultas. No se ha metido en problemas ni tampoco los ha buscado. Convivía sin problemas con su compañero de celda, aunque ahora en Navalcarnero disfruta de nueve metros cuadrados para él solo. Y hasta puede elegir desde cuál de sus dos literas ve la televisión. Intenta ser uno más, algo que difícilmente puede lograr dada su especial importancia. El resto de la jornada lo pasa con un libro entre las manos. En sus meses de estancia en la cárcel ha acudido en no pocas ocasiones al servicio de biblioteca. Y lo mismo ha hecho con la capilla. En Martutene acostumbraba a acudir a misa cada domingo, aunque se desconoce aún si mantiene esta costumbre en Navalcarnero.