Nueva York

Juicio de faldas

Cibeles es caprichosa y según se levante, así va. Con minifalda si está de buenas o falda de tubo al tobillo si amanece nublado. De corto si la crisis arrecia, largo si la bolsa sube.

Amaya Arzuaga ha ideado una colección menos voluminosa con escotes triangulares, campanas y bodys (drcha.). Davidelfín presentó «Tautología» (centro). La ministra Elena Salgado
Amaya Arzuaga ha ideado una colección menos voluminosa con escotes triangulares, campanas y bodys (drcha.). Davidelfín presentó «Tautología» (centro). La ministra Elena Salgadolarazon

Es la teoría del dobladillo que acuñó el economista norteamericano George Taylor en los 20. Ayer la diosa se despertó hecha unos zorros. El oráculo no se decidía. Por suerte pasaban por allí Kina Fernández y su hija María, que aprovecharon los manteles y cortinas del desayuno para calmar a la diva con rayas en algodón y las organzas en cuadros. Unos iban a la rodilla y otros a la pantorrilla. Así no desvelan el enigma. En mate de día y con oro sutil para noctámbulas. Un toque sofisticado que huele bien. Pero mejor aún es el aroma vespertino de Lydia Delgado. Las camisetas de algodón con motivos en muselina tienen pinta de venderse bien, de perfumista selecto son los vestidos sirenita hasta los pies y más allá –para ella no hay recesión–, el pareo reconvertido en kimono a la espalda y los bandós enlutados.


Amaya hace las maletas
De lo que no hay pista olfativa es del debut de Amaya Arzuaga en París. «Perfil y transparencias. Sólo digo eso». Y el que quiera más, que se pague el billete el día 28, víspera de huelga. La fama cuesta y ella viaja para quedarse. Un ojo de la cara y parte del otro. «De cifras, mejor no hablamos. Es muy caro porque allí te lo pagas y te lo organizas todo: desde el local hasta el cásting de modelos». A la capital se lleva la costura –la remató hace tres días y ya ha vendido parte a una clienta kuwaití de aúpa–. Aquí deja el prêt-à-porter y el punto, todo en corto, que hay que ahorrar para viajar al Sena. «Que nadie se ofenda. Para mí París es lo más, infinitamente más que Nueva York. De hecho viajé a la Gran Manzana pero a la vuelta en el avión decidí que no. Por eso quiero aparecer con algo exclusivo, nada de repetir colección». Ayer desfiló pues la Amaya menos voluminosa –de ahí las siglas AA–, con escotes triangulares, campanas y bodys. De alucine el vestido de lentejuelas negras en mate pintadas a mano. Cómo será París.

Davidelfín trajo a Madrid lo que ya aplaudió Nueva York. Tautología se llama. Repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras. Algo así como el scketch del detergente Gabriel de Martes y Trece: «Es lo mismo pero no es iguá». Se entretuvo en los cierres y correas ácidas de las mochilas de montañero para reavivar sus camisas a medio terminar, potenciar el color tinta añil y encumbrar una vez más el esmoquin femenino. ¿La medida? Ora generoso, ora escaso para despistar al que busca pistas económicas.

Con Juanjo Oliva se alarga siempre la cosa. Por las túnicas, más que nada. Celebra décimo aniversario con la aguja y por ello se ha recreado en sí mismo –el verde, la gasa de seda, el modelado sobre la maniquí– para dar un paso adelante. Se abarata y deja ver la colección de corner en El Corte Inglés –pantalón a 150 euros– centrada para el verano que viene en un tejido chandalero, mezcla de algodón y seda cortado al ras.


Pasión por el plástico
«Me ha gustado mucho el plástico», le felicitaba Elena Salgado. Cuesta hacerse a la idea de ver a la responsable del dinero patrio embutida en una de las camisetas de plexiglás de Juanjo, que bien podría promocionar Garmendia, que es de ciencias. El caso es que la vicepresidenta económica se presentó en Ifema con falda a la rodilla. ¿Moraleja? Teniendo en cuenta que la tela le llega al inicio de la tibia, chungo. Ha menguado. Larraínzar no tiene ministra. Quizá por eso convocó una jornada de puertas abiertas. Tuvieron que echar mano de los paseantes del Cibelespacio para tener aforo. Su mujer, estampada. Encajes, gasas y oros. Corto. El tiro no, el desfile.

En el cierre de la Fashion Week toca recurrir a la veteranía de Elio Berhanyer para aplicar la conjetura de Taylor. Maestro, ¿enseña pierna? «Aunque tengo algo de largo, no pueden ir más cortas, dos centímetros más y se les ven las bragas». Y si lo dice él, punto en boca. Y va más allá. Ha decidido suprimir las tallas en su taller y dedicarse, como antaño, a la costura para que sienten al dedillo sus cóctel con drapeado, los vestidos pañuelo o el traje de torero pintado sobre crep. «Me apetece retomar el contacto personal con la clienta, sobre todo, teniendo en cuenta el poco futuro que tengo. Dentro de poco tendré que ir al castillo de irás pero no volverás», bromea a los 81 años.

En fin. Cibeles hace de su capa un sayo con la tesis del dobladillo: largo Oliva, corto Arzuaga, cortísimo Berhanyer, a la rodilla Kina… «Juicio de faldas» a lo Manolo Escobar. Aunque él siempre ha manifestado sus preferencias por los siglos: «No me gusta que a los toros…». Y lo que sigue.


El cierre de la primera fila

No fue Salgado (con falda de Oliva y chaqueta de Aguilar) la única política en desfilar por Cibeles. Aunque sí de las pocas socialistas que se dejaron ver este año. Ayer acudieron a la primera fila la vicesecretaria de Organización del PP, Ana Mato, y la presidenta de los populares aragoneses, Luisa Fernanda Rudi. Tomaron el relevo de Esperanza Aguirre y
Ana Botella. En el cierre de la pasarela deslumbraron las señoras de Bisbal y Alonso. Tablada, con tipazo recuperado, y Del Rosario, con pocas ganas «de ser madre».