París
El otro mal de África
«Bab et Sane» trae al Festival de Otoño la historia de dos vigilantes de Mobutu
La anécdota es real: cuando el dictador de Zaire (hoy República Democrática del Congo), Mobutu Sese Seko, fue derrocado, los dos guardianes de su mansión en Lausana (Suiza) se quedaron solos allí sin saber muy bien qué hacer. El dramaturgo René Zahnd se sirvió de esta historia un poco beckettiana cuando dos actores y amigos, Habib Dembélé y Hassane Kassi Kouyaté, le encargaron un texto. «No le pedimos el tema, vino dado porque su casa estaba cerca de la de Mobutu en Lausana y conocía la historia», cuenta Dembelé. «Somos actores ante todo, pero no podemos negar que somos africanos. Y René se planteó qué obra podría escribir para nosotros», reconoce Kouyaté. Así surgió «Bab et Sane».Una ventana a los hechosDirigido por Jean Yves Ruf y creado en el Théâtre Vidy-Laussane, este montaje llega al Festival de Otoño en Primavera. LA RAZÓN habló con sus protagonistas, africanos –el primero es de Sudáfrica, el segundo de Burkina-Faso– con pasaporte francés y sólidas carreras teatrales. Dembélé actuaba, de hecho, en el vibrante «Sizwe Banzi est mort», que Peter Brook trajo a Madrid hace tres años, y Kouyaté mantiene talleres en su país y en París, además de curiosas conexiones con el nuestro: para empezar, está casado con una francesa oriunda de Zaragoza. Otra curiosidad: en mitad de la entrevista suena su móvil. Es su amigo Santiago Sánchez, director de L'Om Imprebís, a cuyos actores ha impartido clases en alguna ocasión.Cuenta Hassane Kassi Kouyaté que «África no sólo son dictadores, hay muchas más cosas. Y dictadores los hay en todas partes, podíamos haber escogido cualquier otro, como Ceaucescu o Franco. Además, nosotros no hacemos teatro documental. Nuestra pretensión no era hablar de África. El teatro sólo es una ventana para asomarse a los hechos que les ocurren a las personas». Eso sí, una ventana divertida. «El humor es la pastilla que nos permite tragar la tragedia», sentencia. En este caso, reconoce el actor, «el telón de fondo es Mobutu, pero lo mostramos a través de la relación entre los protagonistas para preguntarnos si podría ser la misma que la del dictador frente a su pueblo. La obra habla de la relación que se establece entre dos personas en un entorno cerrado». La puesta en escena es sencilla, explica Dembelé: «Son dos tipos que establecen un duelo o confrontación, pero a la vez se ven obligados a representar un pequeño teatro cotidiano, tienen que convivir. Tratan de divertirse, y se dan miedo mutuamente pero se apoyan, porque no tienen otra elección». Es curioso porque, recuerda Kouyaté, los guardianes reales aún viven allí, desde hace tres años y medio, «pero ya no se hablan». Y destaca que «aunque la obra es ficción, la realidad en este caso la ha superado».Ellos, Dembelé y Kouyaté, se llaman «hermano» y «amigo», y Dembelé asiente cuando Kouyaté lamenta el papel de los actores y directores africanos en el teatro europeo: «El teatro africano sigue siendo cuestión de guetos. Hay algo más en Bélgica y en Francia, pero limitado a sitios restringidos por la francofonía», lamenta el intérprete. «Yo soy actor y director de teatro africano, pero con nacionalidad francesa. Me doy cuenta de que hay muy pocos directores negros reconocidos. Yo he hecho a Brecht, a Beckett, a Shakespeare, pero, exagerando un poco, la gente sólo quiere ver plumas y danzas. Se acepta bien el teatro oriental, no así al africano».
Un continente por descubrirHassane Kouyaté lamenta la escasez de oportunidades para los directores africanos en Europa: «Somos sólo dos o tres a los que se nos deja hacer lo que queremos». Y lanza una pregunta: «¿El Festival de Otoño se habrá ido a África a buscar? Otros certámenes contratan los montajes que se ponen de moda en Europa». Y recomienda conocer a varios creadores africanos: Moïse Touré (Mali), Dieudonné Niangouna (Congo), Ousmane Aledji (Benin), Ousmane Sow (Mali) y Etienne Minoungou (Burkina-Faso), entre otros.
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