Sevilla

OPINIÓN: Al padre de las sevillanas

La Razón
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Nació en el pueblo sevillano de Gines, hace ahora casi ocho décadas. Manuel Pareja-Obregón era hijo del Conde de Prado Castellano y nieto del célebre torero Manuel García «El Espartero». Desde pequeño, se crió en una familia de artistas, donde cada uno encontraría su propio camino: Joaquín, rejoneador; Juan de Dios, torero y ganadero de los toros heredados de su tía, Concha y Sierra; y Celso, una de las mejores escopetas del mundo. En ese ambiente hogareño, Manolo escogió el mundo del arte y de la composición. Y le imprimió tal acento, que convirtió a las sevillanas en unos de los géneros más importantes del cante flamenco. Con Manuel Pareja-Obregón, las sevillanas pasaron de ser aquellas coplas del folclore andaluz a ser uno de los cantes más vendidos y difundidos desde la segunda mitad del pasado siglo. En el «boom» de las sevillanas mucho tuvo que ver Manuel Pareja-Obregón. Con su música, con aquellas letras grabadas por los hermanos Reyes, por «Los marismeños», por «Los del Río», por tantos otros. También, las interpretadas y publicadas con él mismo como solista. Su voz y su forma de tocar el piano eran un prodigio de gracia y de talento. Sus letras a Sevilla, al Gran Poder, al barrio de Triana, al Rocío, son poemas ya convertidos en coplas por la voz popular: «La historia de una amapola», «Y se amaron dos caballos», «Perdónala», «Cuando paso por el Puente»… Manuel Pareja-Obregón fue homenajeado, recientemente, en la tierra del fandango, en Huelva, a través del espectáculo «Noche Lírica Andaluza». Sus sevillanas, clásicas, antológicas, reales, bíblicas y rocieras, son piezas del patrimonio musical de todos. Sevilla le debe un monumento a este genio de la música, que supo elevar el género de las sevillanas hasta darle la categoría de arte.