Berlín

Alfredo el alquimista

La Razón
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Nos toman por lelos con el reclamo de que ese hombre nuevo que responde al nombre de Alfredo P. no es el viejo Rubalcaba, sino la beatífica encarnación de una izquierda redimida, juvenil y reivindicativa, oportunamente indignada, que ajustará cuentas (esta vez sí) a la banca y los poderosos. Una izquierda a punto del desahucio por mandato democrático que pretende que los españoles le permitan saldar la hipoteca de su nefasta gestión entregando las llaves de Zapatero. Sin más. Como si «llamadme Alfredo» hubiera permanecido estos años de vacaciones en el Caribe y ahora descendiera sobre nosotros transmutado con poderes sobrenaturales para liberarnos de los males que su Gobierno engendró. Plusmarquista del lenguaje político diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas, puede esconder su primer apellido, pero todo el mundo le reconoce por el segundo. Portavoz del Gobierno de los GAL y protagonista en los de la negociación con ETA, la complicidad con Bildu, la cesión permanente ante el nacionalismo, la ruptura de los consensos de la Transición y el paro sin fin. El Rubalcaba de siempre. Con más pasado que futuro como nuevo alquimista de un partido desorientado. Apresurado vendedor ambulante de una pócima («Sé lo que tenemos que hacer para crear empleo») que ya no cuela como ciencia. El socialismo fue sepultado por los escombros del Muro de Berlín y su versión light, la socialdemocracia, ha demostrado su insolvencia ante la crisis. Si Alfredo P. fuera tan inteligente como nos presentan a Rubalcaba, comprobaría que camina en dirección contraria. Es el centro perdido, no la extrema izquierda por seducir, la razón última de la derrota sin precedentes que aguarda al PSOE.