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Aquellos maravillosos veranos

Julie Delpy dirige y protagoniza un retrato familiar en «El Skylab»

Aquellos maravillosos veranos
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Al más puro estilo francés, acompañadas de vino, queso y cigarrillos, tres generaciones de una familia pasan unos días en el campo. Ambientada en 1979 y entre juegos, risas, broncas y canciones, los hijos, padres y abuelos de este clan sufren en la misma medida que disfrutan los clásicos desencuentros familiares propios de una reunión veraniega. Incapaces de escapar a las dificultades clásicas de su edad, la amenaza de la caída del satélite «Skylab» que da título a la película, se convierte en un juego de niños en comparación con los conflictos sentimentales, políticos e, incluso, existenciales que se plantean. Pero al igual que el satélite, que acaba cayendo en el mar sin consecuencias para esta familia, tampoco sus conflictos desembocan en nada más que en pura y dura rutina vacacional.

Dos tipos de mujeres
«No soy una nostálgica. Esta historia se planteó como algo más que describir un momento de la vida... Yo quería que fuera una película sobre la forma en que percibimos que cualquier tiempo pasado fue mejor», explica Julie Delpy (a la dcha., en la imagen), directora y protagonista de esta cinta coral, en la que, en algunas escenas, podemos ver a la mayoría de los 24 personajes juntos en un solo encuadre. Si bien todos tienen su espacio, es la propia Delpy, su esposo en la ficción Eric Elmosnino, y la hija de ambos quienes concentran mayor atención, sobre todo, en lo que a reflexiones de carácter político se refiere: «Esta historia sucede una década después de mayo del 68. El resultado es que algunas mujeres se liberan, al igual que mi personaje, mientras que otras son amas de casa totalmente dedicadas a sus esposos. Existen dos tipos: las mujeres típicas de los 50, y aquellas influidas por el movimiento feminista», añade la directora. La relación padre-hijo en diferentes momentos de la vida es otro de los temas de «El Skylab», una película en la que todo ocurre a un nivel más profundo, ese en el que el cine francés actual se mueve con frecuencia. «Existe gente que ha evolucionado en la forma de educar a sus hijos; otros que se quedaron en la tradicional... En este caso, los personajes de Anna y Jean están inspirados en la educación que me dieron mis propios padres, que no me ocultaron nada, sobre todo en lo referente al arte», añade Delpy, hija de actores de cine y teatro de vanguardia, e intérprete precoz en las tablas con sólo cuatro años, y en la gran pantalla a las órdenes de Godard con catorce. Autobiografía, retrato generacional, costumbrismo francés... difícil etiquetar una película de la que sí existe una certeza: como las bicicletas, es para el verano.