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Arzuaga reconquista París
La española, que desfiló por cuarta vez en la pasarela gala, presentó una colección con la mezcla de tejidos como protagonista
Si en lo económico, el próximo otoño-invierno se anuncia lleno de nubarrones, los pronósticos de Amaya Arzuaga, para esa temporada, son mucho más bonancibles. Opuso a la gama de grises propia de la estación una rica paleta de colores, a imagen de la colección que la diseñadora burgalesa presentó ayer en la Embajada de España en la capital francesa. «Estoy encantada de poder hacerlo aquí», comentó a LA RAZON, no sólo porque la legación diplomática es «preciosa», sino porque «encaja perfectamente con esta colección».
¿Su inspiración? El cubismo órfico de Sonia Delaunay. «Había visto una exposición y me dieron ganas de estudiar su obra. Ella y su marido utilizaban los colores para crear formas y yo lo he llevado a mi terreno», explica la creadora. El color que los Delaunay heredaron, en pintura, del fauvismo y el puntillismo se traduce en los diseños de Arzuaga, más propensa «a los lisos» en tonalidades más matizadas: rojos sangre, azules y verdes petróleo muy luminosos, colores naturales, piedras y tostados, además de los sempiternos negro y marino. «Tampoco se trata de perder la identidad de la marca», explicó.
Mezcla sorprendente
El resultado: una sucesión de prendas construidas como «patchwork» artesanales, de formas geométricas, donde el mohair convive con punto de lana merino al cuero, y el tul y la microlana, con el kaorí de seda en una mezcla de tejidos tan improbable como sorprendente. La audacia en los cortes y la búsqueda de volúmenes quedan patentes en vestidos que nacen, en su origen, de incipientes capas que caen casi hasta los pies.
El luminoso lenguaje orfista contrastó con los tapices goyescos, y el fasto clásico de los salones de la Embajada, convertida excepcionalmente en una pasarela para acoger el cuarto desfile de Amaya Arzuaga en París. «Me gustaría no estar sola en París, porque hay muy buen diseño en España», dijo a este diario, aunque el coste de desfilar en la capital gala no es apto para todos los bolsillos.
Un esfuerzo económico importante, según la diseñadora, a tenor de la situación económica y de las ventas en España. Pero que da sus frutos. «Es la manera de ampliar el mercado exterior», aseguró satisfecha de ver que, en los últimos años, ha crecido la cartera de clientes internacionales. De nacionalidades tan variadas como la de los «fashionistas» que ayer ocupaban el «front row» de su desfile. Una primera fila salpicada de extravagancia y estilo retro.
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