Alimentación
Criadillas rebozadas para el conquistador Giacomo Casanova
El señor Giacomo Casanova siempre gozó de un feroz apetito. Escritor, aventurero, diplomático y agente secreto veneciano, cobró fama universal por sus conquistas en el lecho, que se estiman en un número de ciento treinta y dos a lo largo de su vida, pero aún fue más fuerte su pasión por los placeres de la mesa.
Singular glotón, sus «Memorias» están plagadas de citas coquinarias y gastronómicas en las que, sin embargo, no suele nombrar los platos que degusta, pero de su paso por España, durante el reinado de Carlos III, recordará siempre la exquisitez de las criadillas o turmas de toro o cotrdero, testículos del animal que los franceses y en versión cordero llaman «animelles» y preparan «à la crème» o en «fricasé», y que aquí se hacen o se hacían con un simple pero resultón rebozado.
La receta
Ingredientes
400 g. de criadillas
2 cucharadas de pan rallado
50 g. de harina
2 huevos
½ taza de aceite de oliva virgen
Sal al gusto
Pimienta blanca molida al gusto
1/2 lechuga
1 pimiento morrón
Preparación
1- Para empezar, se quitan las pieles que recubren a las criadillas o se le pide al carnicero que lo haga él mismo. Después
se cortan en medallones finos y se ponen en un colador, se salan
y se dejan reposar durante
10 minutos.
2- A continuación, se colocan bajo de agua fría, se lavan bien, se secan con un paño y se reservan.
3 - En un plato hondo se bate bien el huevo, en otro se pone la harina y, en el último, el pan rallado. Luego se pasan las criadillas primero por el huevo batido, luego por la harina y después por el pan rallado.
4- Se pone a calentar al fuego una sartén con abundante aceite de oliva virgen y se van friendo las criadillas por tandas hasta que estén doradas y crujientes. Seguidamente se sacan de la sartén, se escurren bien sobre papel absorbente de cocina y se sirven calientes, acompañadas de lechuga cortada en juliana y pimiento morrón en tiras.
Un soplo de oxígeno para el organismo
Las criadillas forman parte, junto a los sesos y el tuétano, de las llamadas vísceras blancas, que son sustancialmente más grasas y más abundantes en colesterol que las rojas, aunque conservan todo su valor nutricional en positivo y, por ello, son saludablemente recomendables siempre que su consumo sea ocasional e incluso anecdótico. Así, las criadillas aportan una buena dosis de vitamina A, para el crecimiento, y también D, que es imprescindible para la fijación del calcio tanto en los huesos como en los dientes. También son generosas en vitamina B12, esencial en la síntesis de la hemoglobina y en la elaboración de células, así como para garantizar el buen estado del sistema nervioso; y en hierro, un buen oxigenador del organismo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar