Internet
«Ojalá los lectores presionen en contra de los anuncios de sexo»
«Damos nuestro apoyo a quienes llevan a cabo la campaña de reivindicación de una prensa libre de reclamos y de anuncios de comercio sexual, ya que éstos no sólo atentan a la dignidad de la persona, especialmente de la mujer, sino que también menoscaban la de quienes los promueven o permiten, basándose en una malentendida libertad de expresión y de mercado.
No todo lo que se puede se debe comunicar ni vender o comprar». Así de claros se muestran los obispos de la Comisión de Medios en su último mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales. Aunque el tema principal del texto era la Nueva Evangelización y el mundo digital, no quisieron dejar de pronunciarse sobre un tema tan importante. De hecho, ya en 2001, en un documento titulado «El drama humano y moral del tráfico de mujeres», la Iglesia en España afirmaba, con un lenguaje firme, que los medios de comunicación, «mediante los anuncios de ofertas sexuales, se convierten, en función de los ingresos económico, en cómplices de este mercado de seres humanos».
«Si el diario busca dinero a cualquier precio, ya se está definiendo», apunta Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, que no sólo es uno de los autores del documento, sino que ha tenido experiencia de primera mano del doble rasero de algunos medios. «Yo colaboraba con un diario, hacía una columna gratis, y le dije al director que me gustaba colaborar con ellos pero que, por favor, que retirasen los anuncios pornográficos. El director me dijo que una empresa está para producir ideas y para producir dinero, y que prima el dinero. Así que dejé aquel periódico».
El obispo expresa su deseo de que «ojalá los lectores no sean pasivos sino activos, que presionen a los medios para que retiren esta publicidad». La Iglesia, dice el obispo, «apoyará estas iniciativas, vengan de donde vengan, mientras sean buenas y éticas». El obispo señala además algunos retos de internet, como la suplantación de identidades (adultos que se hacen pasar por menores, y viceversa) y la cultura del anonimato que favorece «la vejación a las personas y la basura informativa».
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