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Malacostumbrados

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Acostumbrados a los lamentos y las protestas de la crisis, nos olvidamos a veces de un detalle. Respóndanme con el corazón en la mano: ¿en qué otra época de nuestro país hubiera preferido usted ser pobre, discapacitado, homosexual, mujer, niño maltratado o enfermo crónico? Se entiende que serlo sin ventaja de ninguna clase (enchufe, protector, mecenas, etc.). Yo creo que cualquiera contestaría que ante una de esas situaciones, preferiría vivirla en nuestra época y no en otra de la Historia. La actual está siendo la que arbitra más mecanismos de protección de tipo general, aunque a veces no funcionen o lo hagan inadecuadamente. Lejos de mí cualquier panglossianismo. No se trata del Estado del Bienestar (en el que no creo), sino de un simple y pequeño avance moral. Tras la cascada de totalitarismos de la primera parte del veinte, por primera vez se ha roto la dicotomía que marcó a la humanidad durante todos los siglos anteriores. La dicotomía ya estaba en el famoso episodio de Goethe en Maguncia. Se trataba de la dificultad de escoger, de cara a organizarse, entre el desorden y la injusticia. Cuando la humanidad conseguía orden, era muchas veces sacrificando la justicia y cuando intentaba buscar un sistema administrativo más justo provocaba a menudo un desorden de no te menees. Lo característico del mundo civilizado en los últimos cincuenta años ha sido romper esa perversa dicotomía. Ya nadie se plantea que una cosa sea excluyente de la otra. Internet ha provocado muchos caos desagradables, pero una de sus cosas positivas es un aumento de la solidaridad, de visualizar universalmente que esa dicotomía puede romperse con la razón. En la famosa tríada de la Revolución Francesa, nunca he entendido muy bien qué querían decir con lo de fraternidad, aunque imagino que bien pudiera resultar algo parecido a eso.