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La Razón
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No revelo ningún secreto si les cuento que a esta página perdida en las profundidades del planillo le ha mordido la hora de cierre en los calcañares durante todo el Mundial de Suráfrica y que, hasta en cuatro ocasiones, con partidos a las 20:30 y el billete de vuelta comprado por si las moscas, se ha ido a la papelera el artículo que lloraba la eliminación de España. Primero, como corolario a una fase preliminar catastrófica, que se había llevado ya por delante a las otras dos grandes de la ribera mediterránea; en octavos de final, entre felicitaciones a nuestros vecinos portugueses por tener un país y un fútbol magníficos que nos empeñamos en infravalorar estúpidamente; hace ocho días, maldiciendo esos cuartos en los que Paraguay se sumaba a Bélgica, Italia y Corea; en la semifinal, señalando el lugar exacto que ocupan las selecciones que nunca juegan el partido decisivo. No habrá quinto malo, ni tampoco bueno. España juega dentro de unas horas la final del Mundial y es ridículo, incluso desde el irredento «resultadismo» que llevo a gala, dolerse por la hipotética derrota (que ojalá no llegue).Gane o pierda el equipo de Del Bosque contra Holanda, la trayectoria de este grupo en Suráfrica habrá sido legendaria. En mayor medida que la meritoria Eurocopa austríaca, este Mundial es la odisea fundacional que todo gran equipo necesita para ser invitado a las fiestas de la aristocracia de aquí al final de los tiempos. El ballet de Xavi ha dotado al fútbol español de un pedigrí del que hasta ahora carecía, o que acaso sólo regía en las competiciones de clubes. Gracias.