Estados Unidos

El halcón no flaquea

La Razón
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Incluso sonando similar la música, que ni siquiera es el caso, las letras de los acuerdos de paz que tienen en su mente Obama y Netanyahu son como el agua y el aceite. Podrán ser puestos en común, se podrán buscar similitudes, puntos de conexión, líneas de complicidad, un mínimo común denominador… Es perder el tiempo: las metas de una y otra hoja de ruta son divergentes.
Haciendo oídos sordos a la propuesta de la Casa Blanca, el primer ministro israelí ha marcado dos líneas rojas infranqueables: la capitalidad de Jerusalén y el retorno de los refugiados. Y eso, lo vean o no Estados Unidos y el moribundo Cuarteto, represente o no el cumplimiento de la justicia histórica y las leyes internacionales, supone echar por tierra en más de un cincuenta por ciento la solución al conflicto.

Separemos los deseos de la realidad, los espejismos de los verdaderos contornos que se imponen en una región en la que los terroristas intentan imponer su bárbara tutela. Y ésta no es cuestión menor. Lo entienda o no la Autoridad Nacional Palestina, será imposible firmar la paz sin que se haya roto previamente y de forma definitiva la alianza intermitente con Hamas, y sin que se haya extirpado la venenosa influencia de Irán y Siria en Gaza y Cisjordania. Corre entre los viejos diplomáticos israelíes la idea de que en Oriente Medio tú nunca te preparas para la mejor opción. Te preparas para la peor, y si termina saliendo la mejor entonces haces una fiesta. Pero Netanyahu no es un diplomático sino un militar que sirvió en unidades de élite y peleó en guerras. Además es un halcón, y los halcones nunca entienden de cesiones.