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Milagro y tecnología

La Razón
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Las entrañas de la tierra devolvieron a los 33 mineros sepultados y, afortunadamente, antes de lo previsto, en una gesta humana que será difícil de olvidar y que inspirará, sin duda, guiones para películas.
Pero para este final feliz fue necesario que se obrara un milagro: la aparición con vida de todos ellos el pasado día 22 de agosto, 17 días después del trágico accidente y cuando ya todos los dábamos por muertos. Durante ese tiempo, el liderazgo de Luis Urzúa, el jefe de sección y el último en salir, les impuso una disciplina cotidiana, que continuó después de que fueran hallados y que resultó fundamental.
Posteriormente, llegó la determinación del presidente chileno, Sebastián Piñera, que tranquilizó a todos y transmitió a toda la nación la convicción de que los iban a sacar con vida. Y, finalmente, la tecnología que posibilitó el envío de líquidos, alimentos y medicinas, imprescindibles para la supervivencia durante los 69 días de encierro, así como el rescate a más de 600 metros de profundidad.
Resulta fácil imaginar la felicidad de familiares, amigos, conocidos…, pero esos sentimientos fueron compartidos por el mundo entero, que ha vivido el desarrollo de esta «aventura» como si los afectados formaran parte de su familia.
Ahora bien, tras los parabienes y felicitaciones llega el momento de la crítica por las penosas condiciones en las que trabajan los mineros. No es aceptable que en pleno siglo XXI la seguridad en las minas siga siendo cuestión de suerte, porque no se invierte para garantizar salidas alternativas si se produce un desprendimiento, un corrimiento de tierras…