Literatura
Infancia y muerte
Un universo de encendidas miniaturas mironianas, de instantáneas celebraciones puebla la poesía de la nicaragüense Claribel Alegría (Esteli, 1924), quien, desde su perspectiva de octogenaria, hilvana ahora la infancia rediviva con la asunción de la muerte.
«No tardes en llegar/hermana muerte/mi vida es una copa/ya colmada./que sólo a ti/te pertenece», le dice, como broche de una aspiración recurrente en el poemario. Su posición infantil aparentemente ingenua, en realidad es re-conocimiento desde la madurez, una añagaza para transformar todo saber en sabores instantáneos con una mirada que iguala el primer y el último de los días. Es ese anhelo de disolución para nombrar desde cero su reencuentro con el mundo lo que late en sus poemas. Así, desde versos dispuestos como trinos o revoloteos de ave del paraíso, se tutea con el mar, con la luna, con sus propias palabras... hasta que advierte que se trata de una fusión imposible. Lo mismo ocurre con el amor que sólo nace a posteriori: entre los brazos mortíferos de «Kali», la pasión vegetal de «Dafne» o la cabeza del Bautista.
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