Columbus
Incorrecto Tennessee Williams
Se cumple el centenario de un autor que plasmó con crudeza la decadencia de un mundo que no se atreve a mirar el rostro de los perdedores.
Thomas Lanier Williams III nació en Columbus, Mississippi, el 26 de marzo de 1911. Como tantos sureños, venía de ascendencia protestante, en su caso concreto de galeses que buscaban la libertad de conciencia en América, y de hugonotes que habían huido de la Francia católica. Su abuelo fue incluso un pastor episcopaliano, pero, sin duda, los miembros de su familia que influyeron más en él fueron un padre alcoholizado que trabajaba como viajante de calzado; su madre, una verdadera «Southern Belle» a la que la pérdida de status social convirtió en una neurótica y, sobre todo, su hermana mayor, Rose, con la que mantuvo una relación muy estrecha durante la infancia.
Enfermo de difteria cuando era un niño, el futuro dramaturgo estuvo a punto de morir y sobrevivió con un carácter débil y retraído. En 1927, Williams ganó su primer premio –cinco dólares– por un ensayo sobre la buena esposa. En 1930, mientras se aburría en la facultad de periodismo escribió su primera obra sobre lo terrible que puede ser una educación religiosa.
Pasando de universidad en universidad, su acento sureño provocó que sus compañeros lo llamaran «Tennessee», un nombre que adoptó definitivamente cuando se trasladó a Nueva Orleans en 1939. En 1944 obtuvo su primer éxito en los escenarios con «The Glass Menagerie», una obra en la que el protagonista sufre la cercanía de una madre dominante y una hermana incapacitada, como las del propio Williams.
Como señalaría Elia Kazan posteriormente, era obvio que todo lo que estaba en las obras de Williams estaba en su vida y todo lo que estaba en su vida había pasado a sus obras. Sea como fuere, lo cierto es que había quedado demostrado que podía cosechar éxitos y, llevado por esa idea, se trasladó a Nueva York. En 1947, triunfó de manera clamorosa con «Un tranvía llamado Deseo» donde quedaba recogida la presencia de una Southern Belle de vida arruinada como la de su madre y la brutalidad de un inmigrante polaco inspirado en un carnicero al que había conocido tiempo atrás.
Entre 1948 y 1959, Williams estrenó siete obras en Broadway que resultaron éxitos clamorosos. Sin embargo, los temas resultaban lo suficientemente escabrosos como para que fueran edulcorados al pasar a la pantalla grande. En «Un tranvía…» se moderó la brutalidad de Kowalsky y el carácter enfermo de Blanche; en «La gata sobre el tejado de zinc» se limó la homosexualidad del amigo preferido de Brick y se cambió el final abierto por otro esperanzado; y en «Dulce pájaro de juventud» se transformó directamente una conclusión terrible y violenta en un final feliz donde el protagonista, interpretado por Paul Newman, sólo sufre la fractura de la nariz. Con el paso de los años, Williams ha seguido siendo políticamente incorrecto.
En «Un tranvía…» la mujer dominada se somete de grado mientras que los homosexuales –como él– no son seres felices sino atormentados. En otras palabras, continua siendo políticamente incorrecto, pero por motivos distintos. Quizá porque, como otros genios, no tuvo interés en amoldarse al rebaño sino en retratar de manera fidedigna al ser humano.
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