Nueva York

Profundizar en las reformas

La Razón
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La crisis de la deuda española sufrió ayer una nueva sacudida que puede atribuirse con absoluta certeza a las renovadas reticencias de los países más solventes, como son Alemania, Holanda y Finlandia, a aceptar que el fondo de ayuda bancario no compute como deuda soberana. De poco están sirviendo las advertencias de la Comisión Europea sobre la necesidad de aplicar con urgencia los acuerdos de junio si se quiere garantizar la viabilidad de la unión monetaria europea. Ni siquiera la extensión de la desconfianza de los mercados financieros hacia la economía alemana, que ayer fue incapaz de colocar toda la deuda ofertada pese a subir los intereses, parece hacer mella en el Gobierno de Berlín. Para España, las consecuencias de esa actitud miope se tradujeron en un incremento de la prima de riesgo, con el bono a diez años de nuevo por encima del 6 por ciento, y en un fuerte retroceso bursátil. No es una situación, como reconoció desde Nueva York el presidente del Gobierno, que la economía española pueda soportar durante mucho más tiempo sin acudir a activar la línea de crédito preventiva que, hoy por hoy, no tendría por qué ser inexorable, a poco que mejoraran las cosas. En un mundo ideal, la sociedad española en su conjunto habría cerrado filas con el único objetivo de superar la crisis, relanzar la economía y combatir el desempleo. Pero esos mundos no existen, al menos entre nosotros, y a los embates exteriores se añaden las tensiones internas generadas por la irresponsabilidad de algunos, que tanto daño está infiriendo a la imagen de España en el mundo. Pese a ello, Mariano Rajoy no tiene otra opción que mantener el camino de reformas y ajustes emprendido. Con independencia de lo que ocurra en el concierto europeo, España tiene que abordar la reestructuración en profundidad de un Estado hipetrofiado y en muchos aspectos ineficaz. En este sentido, el Consejo de Ministros de hoy debe aprobar para su traslado al Parlamento el Plan Nacional de Reformas que acompañará a los Presupuestos Generales para el próximo año. Son, en su mayor parte, medidas de racionalización y control de las administraciones públicas destinadas a corregir las graves disfunciones actuales. Una autoridad fiscal única, que supervise las cuentas de todas las administraciones, o la unificación de los diferentes entes reguladores redundarán sin duda en el relanzamiento de nuestra economía. Si al programa se le une un proyecto presupuestario austero y coherente con la situación actual, que exige sacrificios, será el mejor mensaje que se pueda enviar a nuestros socios europeos y a los mercados internacionales. Porque, y es importante tenerlo presente, el futuro sigue en nuestra manos, las de la sociedad española.