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El Atlético es Simeone
El Calderón recibió como un héroe al «Cholo» en su primer entrenamiento como técnico rojiblanco
Lo primero que hizo Simeone al saltar al césped del Calderón fue dirigirse al lateral donde la afición lo esperaba con su nombre en la garganta. Quería dar las gracias al sector que más peso ha tenido en su regreso al Atlético de Madrid. Después, comenzó a disfrutar de su primera vez como entrenador rojiblanco. Vestido con el chándal del equipo, otra vez con el escudo que tantó besó en el pecho, tenía aspecto de ser un jugador más.
Parecía día de partido en el Calderón. Las familias aprovechaban para que los niños pudieran ver a sus ídolos, aunque ídolo sólo había uno, el entrenador. El «Cholo» se llevaba todos los aplausos y todos los cánticos de las casi 5.000 personas que acudieron al estadio a pelearse con el frío.
Giovani, su hijo mayor, delantero de las divisiones inferiores de River Plate, no perdía detalle del entrenamiento, asomado a la salida de los vestuarios. Sus hermanos pequeños prestaban menos atención a los ejercicios de la primera plantilla.
En su primer entrenamiento, Simeone dedicó especial atención a ensayar la presión por líneas. A moverse todos a la vez para ahogar al contrario en la banda. Diego fue el único con el que el nuevo técnico conversó en público. Después de su charla sobre el césped, el brasileño se marchó al vestuario por culpa de un resfriado. Reyes era uno más, aunque él y el club ya tienen decidido que se marchará al Sevilla por mucho que el público pida que se quede.
Simeone deja trabajar a sus colaboradores. Gran parte de la sesión la dirigió su preparador físico, Óscar Ortega. Y también ayudaba el «Mono» Burgos, con las notas en la mano. Pero la afición no había llegado hasta el Calderón para comprobar si Falcao recupera el gol, que parece que no, o si Asenjo podrá quitar el sitio a Courtois. El público estaba allí para ver a Simeone. Y el «Cholo», cuando sus jugadores ya habían abandonado el campo, se dirigió otra vez hacia sus aficionados. Apretó todas las manos que le tendieron y firmó todos los autógrafos que pudo. A su lado, sus hijos pequeños disfrutaban del momento de gloria de papá.
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