Murcia

No es de los nuestros por Luis Emilio Pascual

La Razón
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«Tener la exclusiva» no está mal, en principio; entra en la lógica comercial de las empresas. El problema surge cuando desde la óptica y la opción personal queremos imponer nuestro modo de hacer, de apreciar la realidad o actuar. Entonces la exclusiva se convierte en signo de la absurda y destructora soberbia humana por la que el hombre pretende erigirse en Dios y da por condenado a quien no se somete a sus pautas, no bebe de su espíritu o no se acomoda a su saber y entender. Y se termina por afirmar: «No es de los nuestros». Esto es origen de ghetos, discriminaciones e intolerancias.

«No es de los nuestros» es un veneno mortífero, al que no somos inmunes los cristianos, impidiendo así milagros en el nombre de Jesús, por la «contundente» razón de que no surgen de mi grupo. Moisés, el amigo de Dios, lo tenía claro: «¿Quién soy yo para controlar y manipular el Espíritu? ¡Ojalá todo el mundo recibiera el Espíritu del Señor y profetizara!». El Espíritu sopla donde quiere, no tiene ni sabe de fronteras. En el evangelio, los doce se consideran únicos depositarios e intérpretes del poder de Jesús. Con frecuencia tenemos la tentación de «monopolizar a Dios», querer que Dios esté con nosotros y «sólo» con nosotros. Pero Dios no se deja dominar por nadie. ¡Qué necios! ¡Cuánto daño ha causado, y causa, esta soberbia humana! El salmista pone en nuestros labios hoy una súplica necesaria: «Preserva a tu siervo de la arrogancia».

Moraleja: Jesús vino a congregar a los hijos de Dios dispersos, y los discípulos de Jesús podemos estar dispersando a los hijos de Dios que la Fe congrega. La clave es Jesucristo. Ha de quedar clara la persona de Jesucristo como referencia única y última. Hasta el punto de que un vaso de agua dado a un seguidor del Mesías garantiza el favor de Dios, hasta el punto de que «quien escandaliza a uno de los pequeños» que creen en Él «más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar». Porque podemos querer imponer nuestras sabias decisiones, nuestras estudiadas acciones, nuestras experiencias personales -válidas seguramente- a la acción del Espíritu en cada «pequeño creyente» que Dios suscita. A veces, ese «pequeño» que se acerca a Jesucristo a través de la Iglesia es víctima de un grave daño: iba para creyente, pero alguien puso un estorbo en su camino, que no es necesariamente el aparatoso pecado de un creyente o la voz disuasoria de un amigo ateo o agnóstico que le avisa de una posible «comedura de coco» que puede estar viviendo, sino la torpeza evangélica de una voz que escucha: «No es de los nuestros». Y la esperanza de una vida nueva que surgía en su corazón, la fe que iniciaba su despertar, queda absolutamente sofocada.

La iniciativa es de Dios, la Fe es un don de Dios, el Amor es un regalo de Dios, del cual, graciosamente, Dios nos hace partícipes para que gratuitamente lo difundamos. ¿Cómo pretendemos tener la «exclusiva»?
 

Luis Emilio Pascual
Capellán de la UCAM