Andalucía
Andalucía 10 Cataluña 11
Aunque hice ademán de hacerlo, al final no abandoné la mesa en la que almorzábamos. En la silla de enfrente, un alto cargo de la Consejería de Turismo de entonces me acusaba como periodista de un medio nacional de ser responsable de la mala reputación de Andalucía en el resto de España y de difundir una imagen informativa alimentada de tópicos, de escándalos y de incultura. No me levanté porque el tipo no lo merecía y porque al menos yo debía de no ser grosero en aquella situación. Él mismo, allí delante, representaba aquello que decía lamentar y que me recriminaba sin vergüenza ajena, a pesar de que ni él ni su gobierno hayan sido capaces de moderar esa visión durante casi treinta años de mandato y poder ininterrumpido. La imagen de una Andalucía provinciana y cateta, subvencionada hasta en sus más ínfimas memeces, educativamente zopenca, lastrada por los empleos subalternos y de nulo valor añadido y atascada por carretas con farolillos en sus principales autopistas cualquier tarde de romería en el Rocío. El tío cafre me hacía poco menos que responsable directo de las puñaladas criminales de los machistas andaluces en los que, por desgracia, Andalucía está a la cabeza del ranking, del iletrado nivel en la escuela de los niños andaluces y hasta de que en las noticias sobre las ferias de toros y caballos –que su propia consejería patrocinaba generosamente con cantidades millonarias– sólo aparecieran finalmente ceporros calados con sombrero cordobés que como mayor logro discursivo sólo atinan a afirmar que «una coza como ezta» es «lo má grande der mundo». No era el vocabulario, por supuesto, era la sintaxis, algo que los analfabetos a estas alturas todavía no entenderán. Hoy, felizmente, observo que la Junta quiere desembarazarse de una imagen que tanto ha dañado a Andalucía. Pero hoy, como entonces, no adivino un humilde paso atrás sobre los errores cometidos, sobre la política en educación, la programación obscena en las televisiones públicas, el drástico corte de la subvención en el tópico vergonzante. El folclore y el tópico no crean riqueza sino que la destruyen por dos razones fundamentales: porque consumen los limitados recursos y porque acaparan esfuerzos que podrían dedicarse a otros menesteres. Cuando hoy Griñán presente su programa antitópicos en Madrid (Andalucía 10) habrá cometido un nuevo error: la incoherencia de entregar la organización del acto a una empresa catalana en claro desprecio al valor de lo andaluz.
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