Chamartín

La depresión de un socialista de a pie

No resulta fácil este viaje a una agrupación socialista de un barrio de Madrid. Viven con asombro, aunque en silencio, la política de recortes sociales emprendida por Zapatero

Zapatero en el mítin de la fiesta minera de Rodiezmo
Zapatero en el mítin de la fiesta minera de Rodiezmolarazon

Noticias, blogs y mentideros llevan tiempo haciéndose eco del desconcierto que ronda las Casas del Pueblo, las agrupaciones socialistas de barrio, donde no dan crédito a las medidas adoptadas por el Gobierno –«de nuestro partido»–. Desde uno de esos humildes locales me habla uno de sus secretarios. Sale a las seis de la tarde de su trabajo como funcionario (grupo B) y luego entrega su tiempo a la agrupación hasta altas horas de la noche, robándole tiempo a su tiempo, para redactar comunicados, preparar reuniones o charlas, encartar sobres y lo que se tercie sobre el barrio de Vallecas.Prefiere no decir su nombre, ni lo que hace en la sede socialista, porque en estos días de declaraciones volcánicas y aciagos acontecimientos políticos «hemos decidido cerrar filas en torno al partido». Por eso niega –bajo consigna o sin ella– las posibles fisuras en el seno de su agrupación. «La crítica interna debe quedarse en el vestuario, como dicen los futbolistas». El secretario de un distrito madrileño más próspero resulta más tajante: «Lo que más rabia da es que los socialistas le estamos haciendo el trabajo sucio a la derecha, como en la anterior reforma laboral que tuvo que hacer Felipe González antes de que ganara las elecciones Aznar. Evidentemente hay cierta intranquilidad y regusto amargo, no tanto por las medidas en sí, que son dolorosas, a qué negarlo..., sino por lo injusto de que hayan tenido que ser adoptadas por un gobierno progresista. Pero las cosas son así: no vivimos en la peseta, sino en el euro».Las agrupaciones socialistas de distritos son espacios humildes donde se acumula el trabajo. Hombres y mujeres roban horas a su familia. Viven ajenos a lo que dicen en los grandes titulares los militantes «con cargo», pero no hacen oídos sordos a sus declaraciones contra la política de Zapatero.

Silencio, periodistas Niegan su desconcierto ante la grabadora, pero las bases –el activo más importante de la militancia socialista– están desconcertadas. «Sotto voce», frente a una caña y con su nombre de pila como único pasaporte, te lo confiesan: «Estamos hartos de cargar con culpas no colectivas y hay un pequeño conflicto entre las aspiraciones de los soldados rasos y la inercia del partido», dicen Juan. La dirección socialista, sabedora de la desazón de sus bases locales, se afana en dotarles de argumentos con los que sostener unos recortes sociales.«Yo me afilié hace décadas por la utópica idea de ayudarnos entre los obreros ante la opresión de las clases dominantes. Ahora..., no sé qué decir. Los tiempos cambian». Lo dijo Alfonso Guerra en otro contexto y hace décadas: «El que se mueva no sale en la foto». Por eso, la mayoría de los entrevistados no pueden por menos que repetir consignas aprendidas y se desvían hacia lugares seguros cuando se les entrevista («pertenecemos a un partido con más de 130 años de historia y hemos sobrevivido a la prisión, la muerte, el exilio»). Alguno de ellos, no obstante –un militante del distrito de Chamartín– argumenta: «No sé por qué negar que estamos en un momento complicado. Por eso, más que nunca, debemos remar todos en la misma dirección, ¿qué quieres que te digamos?». A medida que avanza la conversación, zanja la entrevista con un lapidario: «Las preguntas que me haces son muy incisivas, prefiero no seguir contestando». Alegan un «exceso de responsabilidad» y dan por zanjada la conversación. Sólo Jesús Asenjo –el secretario general del Distrito de Arganzuela– envía por mail una especie de comunicado –que, por cierto, no se corresponde con su expresión oral y pongo en duda si lo habrá redactado él mismo– con cuatro consideraciones generales, extraídas de la Asamblea («que España forma parte de un proyecto Europeo...», «que los recortes del Gobierno responden a una necesidad...», «que los militantes entienden que gobernar significa adoptar decisiones que requieren esfuerzo...»). Sólo algunos veteranos evidencian las disensiones dentro de la formación y reconocen que «Zapatero es el político que menos contestación interna ha tenido» y que «haga lo que haga, nadie le discute»... Ahora bien: «Es sólo por un exceso de responsabilidad que las bases mantengamos este silencio, o por falta de ideas», me corrige otro militante de base de la agrupación del distrito de Villaverde. «Cerramos filas para optimizar nuestra propia gestión».

«Aquí estamos nosotros»A la media hora de haber hablado con nueve secretarios generales de diferentes distritos, toda la Federación Socialista Madrileña estaba informada de que una periodista de este periódico estaba «tomando el pulso» del sentir de las bases –la web de quien firma tiene registradas casi una veintena de visitas de distintas agrupaciones socialistas–. Uno a uno, tras haberme dado su palabra de hablar, se fueron descolgando de hacer declaraciones y varios dejaron de coger el teléfono directamente. Uno de los pocos que decidió romper su silencio, reflexionaba en esta dirección: «Yo no diría que existen divisiones, ni malestar, sino que atravesamos un momento de reflexión por pura responsabilidad. Siempre ha habido espacios de debate donde cada uno daba su opinión y ahora, no es que haya dejado de haberlos, es que se trata de "el momento del partido", porque no está en riesgo el PSOE, sino su proyección». Nuestra charla se produce en medio de una cascada de acontecimientos poco gratos: resuenan el eco de las palabras de Felipe González con los tambores lejanos de fondo del levantamiento de ciertos barones y viejos dirigentes que levantaban la mano: Leguina e Ibarra; recientes críticas de presidentes de comunidades, como el castellano-manchego Barreda o el extremeño Fernández Vara; o el ex ministro Jordi Sevilla; o el «glamour» y la paridad como motivos del cese del ex ministro de Cultura César Antonio Molina... El militante vallecano, cincuentón, fornido y con poco tiempo para ir al gimnasio, me espeta, metafóricamente: «Los partidos de izquierda son como el general romano Aecio frente a Atila. El rey de los hunos buscaba destruir la civilización romana. Hoy, frente al neoliberalismo, que es el nuevo Atila, y busca pulverizar las conquistas sociales, estamos nosotros, en la medida de nuestras fuerzas». Poético en su argumentación, cuando se le pregunta a este funcionario por la próxima rebaja de su nómina, aprieta los dientes y declara que «es una medida necesaria», aunque me confiesa que peligran las vacaciones de su familia. Cuando intento ir más allá de «las demandas de quienes no tienen de todo, los que no llegan a fin de mes, las mujeres solas o asustadas, los jóvenes sin futuro y la sempiterna paridad», se evidencia algo de desconcierto. «Evidentemente –asegura el secretario de la agrupación del barrio de Salamanca–, ¿cómo no va a haber matices y visiones distintas? Nuestro partido es muy amplio y cuenta con una militancia que va desde posiciones liberales hasta otras muy socialdemócratas...» «Pero –añade–, más que disensiones internas, de lo que tengo sensación es de una total incomprensión por parte de la sociedad y que nos ha estallado en la cara a nosotros».

De corazónLos que hablan –entre asambleas a las nueve de la noche, e infinidad de papeleo acumulado sobre sus mesas y ojeras– niegan que los afiliados sin mando en plaza flaqueen, ni que se les arengue con la música de los viejos malos tiempos, cuando el Gobierno de Felipe González lidió momentos de altísimo paro y reconversiones industriales. Admiten que una falta de acuerdo en la reforma laboral y la no aprobación de los presupuestos para el año próximo, podría propiciar un escenario de elecciones anticipadas, aunque, una vez más, culpan a la oposición: «El PP procurará echar arena a las zapatas de la máquina para que se gripe». En cuanto a la huelga –o no huelga– del 8-J de los trabajadores de la administración pública, argumentan que «no era, para nada, un ensayo de huelga general. Se sacan las cosas de quicio. La mayor parte de nosotros asumimos una doble militancia, la socialista y la sindical... Lo que ha ocurrido es que en la base, unos y otros piensan igual en muchos aspectos, y seguro que se terminará llegando a un acuerdo propicio para los más desfavorecidos».Si hay división, intentan que no trascienda más que bajo el anonimato, en la barra de un bar, a través de llamadas telefónicas rápidas o entre bisbiseos. Ante un posible descontento, prefieren solucionarlo a puerta cerrada. Me dicen en tono solemne: «Por nuestra parte, creo que ahora cobran más vigor que nunca las palabras del inolvidable Pablo Iglesias: somos socialistas, no para amar en silencio nuestras ideas ni para recrearnos en su grandeza y en el espíritu de justicia que las adornan sino para llevarlas a todas partes». Malos momentos para los abnegados militantes de base.