España
Una maestra
Entre las eternas preguntas sobre nuestra naturaleza está siempre la de si en el fondo somos, más que lo que somos, lo que nos han educado a ser. En ese aspecto, yo tendría que ver ahora la muerte de Josefina Aldecoa como una parte de mí mismo que se va con toda su carga de lecciones en formación al fondo –¡en marcha!– desfilando hacia las brumas de la memoria.
Josefa –para nosotros la Jefa– fue la directora del colegio Estilo, ya famoso dentro de una pequeña mitología de culto pegadógico por representar un refugio de enseñanza libre, dentro de un mitigado izquierdismo burgués de los progenitores o el pensamiento abierto alrededor de un gin-tonic, que algunos han visto como un oasis de inconformismo en una sociedad por entonces represora. Donde la intelectualidad de la época decidió inscribir a su prole. Por allí circulaban los churumbeles de escritores, pintores, cineastas, arquitectos y hasta académicos mezclados en feliz y juvenil alegoría vislumbrando un futuro de inteligencia cabal como una de las bellas artes. En mi clase por ejemplo caímos en suerte los hijos de Saura, Bardem, Berlanga y Vizcaíno Casas compartiendo espacio e ideas comunes, como un grupo de alumnos díscolos, en palabras de Josefina: «Muy brillantes, muy graciosos… ¡y también muy estúpidos!». Porque eran de temer sus filípicas cuando se sublevaba con su extraordinario carácter y lengua vitriólica para no dejar títere con cabeza. Aunque su ingenio como escritora derivase hacia un tipo de melancolía más apegado a las lecciones perdidas, merece su reconocimiento en todo lo que nos hizo aprender. El toque de «chicos y chicas del Estilo» ha pasado a la posteridad como una dudosa etiqueta de distinción que equivale supuestamente a un cierto elitismo mental sin una preparación demasiado acorde con los mecanismos del mundo, lo que a algunos llevó a choque y a extravío al encarar luego la vida y sus vicisitudes. Y ahí nos quedan todas las luces con las que nos obsequió la sombra de una maestra, con la que todavía estamos en deuda, mientras seguimos echando en falta ¡ay! la buena educación en España.
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