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Cataluña

El misterio del anarquista Caracremada

La Razón La Razón

El anarquista Ramón Vila Capdevila, alias Caracremada, fue un misterio que la ópera prima de Lluís Galter, presentada ayer en la sección Orizzonti, no tiene ningún interés en desvelar. Su década prodigiosa en la Cataluña rural está plagada de sabotajes a pequeña escala que le definen como un hombre de acción, como un héroe de la resistencia activa, pero que lo condenaron a un segundo plano en la historia del anarquismo español.

Para realizar la película más abstracta y menos previsible que se haya hecho sobre la posguerra española, Galter –que ha tenido como referencias «Banditi à Orgosolo», de De Serta, «Sierra de Teruel» de Malraux y el cine de Straub y Huillet– partió del mito de Sísifo. «Lo abordé desde la óptica de Camus, que no lo veía como un condenado sino como un personaje lúcido, que acepta la relación con un mundo que le es hostil, y cuya vida se traduce en una lucha, en una tensión constante».

Sin apenas diálogos y con una preferencia por los planos detalle que podría hacernos pensar en Bresson, «Caracremada» se niega a especular sobre la vida del maquis catalán: ni siquiera su biografía oficial explica lo que hizo en esos diez años en las montañas. «Queríamos describir al personaje a través de cosas reales: unas botas, una pistola, un cordel que llevaba atado a la cartuchera. Objetos, acciones y espacios reales». Del respeto por la realidad nace una distancia modesta, que mitifica a Ramón Vila sin quitarle los pies del suelo. Es la tensión entre el cerca y lejos que Galter aplica a un relato histórico con minúsculas: «Nunca estoy al lado de Ramón porque no lo conozco, casi ni le entiendo. Por eso existe esa distancia: tengo una perspectiva débil sobre un hombre fuerte».