Ciudad del Vaticano
Juan Pablo II ya es beato
El Papa Benedicto XVI ha proclamado beato a su predecesor, Juan Pablo II, en uno de los procesos más rápidos de la historia. > Fallece en Roma de un infarto el cardenal Agustín García Gasco> Benedicto XVI: «El día esperado ha llegado pronto porque así lo ha querido el Señor» > La reliquia de Juan Pablo II es una muestra de su sangre> La Princesa Letizia, de negro riguroso en Roma> Los fieles veneran el féretro de Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro> ANÁLISIS: De beato a santo va poco
Benedicto XVI proclamó hoy beato en el Vaticano a Juan Pablo II, en la beatificación más multitudinaria de la historia de la Iglesia, en la que dijo que el papa Wojtyla devolvió al cristianismo aquella carga de esperanza que se le dio al marxismo y a la ideología de progreso.
Ante más de un millón de personas, según datos facilitados por el Vaticano y la policía italiana, seis años y un mes después de su muerte, Juan Pablo II (1920-2005) fue elevado a la gloria de los altares por su sucesor, lo que no ocurría desde hacia mil años.
Benedicto XVI, que fue su colaborador durante 23 años, resaltó la figura del primer papa polaco de la historia y manifestó que subió al Solio de Pedro llevando consigo "la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre".
"Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia y Cristo es el camino del hombre. Con ese mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su timonel, Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios al Tercer Milenio", afirmó el papa Ratzinger.
El Pontífice añadió que "aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso", Juan Pablo II la reivindicó "legítimamente"para el Cristianismo, "restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de adviento, con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz".
Benedicto XVI recordó la famosa frase de Juan Pablo II: "¡No temáis, abrid de par en par las puertas a Cristo!" y señaló que Wojtyla "abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible". Y agregó que con su testimonio de fe, de amor, de valor y de gran humanidad "este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio".
En una palabra, prosiguió el papa, "ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad"y devolvió a los hombres la fuerza de creer en Cristo.
El Obispo de Roma resaltó el valor que le daba Wojtyla al Concilio Vaticano II y recordó que decía que estaba convencido de que durante mucho tiempo más "las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado".
Benedicto XVI dijo del nuevo beato que su ejemplo de oración siempre le impresionó y edificó, así como su testimonio en el sufrimiento. "El Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una roca, como Cristo quería", destacó Ratzinger.
Sobre el proceso de beatificación, uno de los más breves de la historia y que se abrió sin esperar a los cinco años de la muerte, como contempla la normativa vaticana, el papa señaló que ya el día del funeral, el 8 de abril de 2005, "se percibía el perfume de la santidad"de Juan Pablo II y que el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él, el famoso "Santo Súbito".
Juan Pablo II fue proclamado beato en la festividad de la Divina Misericordia, instituida por él para honrar el culto impulsado por santa Faustina Kowalska, una religiosa de la que se consideraba discípulo y que es conocida como la Teresa de Jesús polaca.
A la ceremonia asistieron más de un millón de personas, de ellas unos cien mil fieles procedentes de Polonia, así como miles de españoles, italianos, franceses y latinoamericanos, que rompieron en un aplauso que duró numerosos minutos cuando a las 10.38 local (08.38 GMT) fue elevado a la gloria de los altares.
En la fachada principal de San Pedro fue descubierto un retrato de tamaño gigante del nuevo beato, en el que se le ve sonriendo con la capa pluvial, copia de una foto de 1995. El papa estipuló que la fiesta litúrgica del flamante beato se celebre el 22 de octubre, aniversario del comienzo de su pontificado (en 1978).
Tras la proclamación, las cámaras de televisión enfocaron el féretro del papa Wojtyla, colocado ante el Altar Mayor de la basílica de San Pedro para su veneración por los fieles.
Sor Tobiana, la monja polaca que le cuidó hasta su muerte, y sor Marie Simon Pierre -cuya curación de manera inexplicable para la ciencia del parkinson que padecía le ha llevado a la beatificación- llevaron hasta el altar mayor un relicario con una pequeña ampolla con sangre de Wojtyla.
Benedicto XVI usó el cáliz que utilizó en los últimos años Juan Pablo II y vistió una casulla y una mitra que también perteneció a su antecesor. Concelebró con cien cardenales de todo el mundo
Benedicto XVI venera el féretro de Juan Pablo II
Tras la ceremonia, el Papa Benedicto XVI veneró los restos del beato Juan Pablo II, que se guardan en el féretro en el que fue enterrado en 2005 y que fue colocado ante el Altar de la Confesión de la basílica de San Pedro.
El papa rezó durante unos minutos ante el ataúd. Después lo hicieron el centenar de cardenales que concelebraron con el pontífice.
Todos besaron el ataúd, que el pasado día 29 fue sacado de la tumba que ocupaba en las Grutas Vaticanas y será colocado en los próximos días en una capilla del templo vaticano.
Hasta ahora, Wojtyla descansaba en una tumba a pocos pasos del sepulcro de San Pedro.
Tras los cardenales pasaron a venerar los restos del anterior pontífice las delegaciones oficiales de los países asistentes, después será el turno de los discapacitados y del público en general.
La basílica de San Pedro estará abierta mientras que dure el flujo de fieles, para permitir que los cientos de miles que se esperan puedan rezar ante el primer papa polaco de la historia.
Una vez concluida las celebraciones, el féretro será trasladado a una capilla del templo vaticano, para permitir una mayor afluencia de fieles en el futuro.
El féretro será colocado en el nuevo lugar en la tarde noche del día 2 de mayo.
Dicha capilla es la de San Sebastián, situada entre la que acoge a la "Piedad", de Miguel Angel, y la Capilla del Santísimo.
«Otros ases en la manga»
En la ceremonia participa Slawomir Oder, postulador de la causa de beatificación. Este sacerdote polaco reconoce que el proceso se ha llevado a cabo con celeridad, pues Juan Pablo II ascenderá a los altares sólo seis años y un mes después de su fallecimiento. Este breve tiempo ha sido posible gracias a que Benedicto XVI permitió que la causa comenzase antes de los cinco años posteriores a la muerte, como prescriben las normas eclesiales. «He tenido un ritmo muy fuerte de trabajo», confirma monseñor Oder, quien garantiza que, pese a las prisas, se ha estudiado «al detalle y con máxima seriedad» tanto la vida de Juan Pablo II como el milagro que ha impulsado el proceso: la curación de la enfermedad de Parkinson de la monja francesa Marie Simon Pierre.
«Además teníamos otros ases en la manga», dice Oder, confirmando así que, al menos en su fase inicial, se han estudiado otras posibles situaciones milagrosas gracias a la intercesión de Juan Pablo II. Los tres días en que la Iglesia celebra la beatificación del Papa Wojtyla tuvieron ayer su primera etapa en la vigilia que se celebró en la explanada del Circo Massimo.
Pese a que la noche fue fresca y húmeda y había llovido durante buena parte del día, alrededor de 200.000 peregrinos, en su mayoría jóvenes, participaron en ella. El ambiente era netamente festivo, muy alegre, con bailes, cantos y fraternidad desparramada por doquier. En total 500.000 personas participarán en los actos de este fin de semana.
El cardenal Vallini recordó en su discurso de apertura de la vigilia el «testimonio de fe» de Juan Pablo II y su «entrega por completo a Dios para servir a la Iglesia».
También destacó que siendo testigo «de la época trágica de las grandes ideologías, de los regímenes totalitarios y de su ocaso», el anterior pontífice «intuyó el trabajoso pasaje de la época moderna hacia una nueva fase de la historia, mostrando una atención constante para que su protagonista fuese la persona humana».
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