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Despotismo iletrado por Pilar Ferrer
Ante las algaradas que se suceden en Valencia, otros puntos de España, y las inauditas justificaciones de la nueva portavoz del PSOE, Soraya Rodríguez, bueno sería recordar la reflexión de Gandhi: «Lo que se obtiene con violencia, sólo con ella podrá mantenerse». Resulta sorprendente que un partido democrático respalde la conducta de algunos cabecillas rebeldes. Y tanto más, que el propio líder del socialismo valenciano, Jorge Alarte, invite incluso a la sede de las Cortes autonómicas a un exaltado que invoca protestas al grito de «sangre y fuego».
Dejando aparte el legítimo derecho a la manifestación pacífica, la escalada callejera va traspasando líneas rojas. En su intento de imitar los graves altercados de Grecia, estos simuladores estudiantiles se manifiestan ante los domicilios privados de la alcaldesa Rita Barberá o el ex presidente Paco Camps, al socaire de unas reivindicaciones y bajo el disfraz de unos falsos recortes. Basta ver las imágenes de los nuevos «espadachines» urbanos para comprobar su edad y actitudes. Los insultos a la Policía, y cómo no, a la Iglesia, revelan presencia de infiltrados y objetivos extraños.
Muy preocupante es el apoyo de dirigentes socialistas y sindicales a este grupo de fanáticos. El sentido de la responsabilidad ha de primar frente a unos hechos ya en desfase. Es curiosa su irrupción en Valencia o Madrid, dónde holgadamente gobierna el PP, y su ausencia en lugares como Andalucía, cuna de los ERE fraudulentos y corruptelas bien lesivas para los trabajadores. Una clara y doble vara de medir. Un auténtico despotismo, ni siquiera ilustrado. Un despotismo carente de la educación que invocan. Iletrado y desbocado.
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