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Alegría con mesura
El déficit se contiene. El último cálculo pone la cifra justo por encima del 6%, peinando los objetivos establecidos hace aproximadamente un año. En aquel momento, pocos creían que la contención sería posible, vaticinando penosas consecuencias para nuestra economía. Y aunque la senda del déficit parece ajustarse a los planes, no hay que perder de vista que estamos lejos de poder permitirnos un respiro de tranquilidad. Lo ajustado del número sin duda dará lugar a la renovación de los rumores sobre la fiabilidad de nuestros cálculos. No es la primera vez que voces fuera de nuestro país se hacen eco de la especial luz con que solemos examinar los datos, aunque en esta ocasión no parece tan probable que la crítica sea merecida. Más allá de la letra pequeña del número, cabe dudar que el proceso de consolidación del déficit esté, como pretende la Sra. Salgado, perfectamente encauzado. Primero, porque los márgenes son demasiados ajustados y cualquier pequeño bache en el comportamiento de la economía nacional e internacional nos pondría en serios aprietos. Hay demasiadas cosas pendientes, muchas fuera de nuestro control, que fácilmente podrían descarrilar la consolidación. Quizá más preocupante resulte el hecho de que nuestra capacidad de maniobra es relativamente escasa, al haber utilizado ya varias estrategias para la reducción del déficit. Si efectivamente se hace necesario incrementar el esfuerzo, es muy posible que el coste social y político sea considerable. Por último, no hay que olvidar que las previsiones globales incluyen no sólo los resultados de la administración central, sino también los regionales y locales. En suma, que la contención del déficit del Estado es una buena noticia. A la vez, a nadie se le escapa que es sólo una parte del problema y, digan lo que digan, estamos aún lejos de poder felicitarnos.
Isabel Rodríguez- Tejedo Lumbreras proviene de la Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Navarra.
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