Londres
Mireia explota
LONDRES- El medallero español ya no está vacío. Una plata aparece en él, una medalla que su poseedora lucía orgullosa en lo alto del podio, sonriente. Mireia Belmonte gritaba por dentro: por fin. Lo gritaba ella para sí misma y lo hacía toda la delegación española en forma de alivio, porque el quinto día estaba a punto de concluir y los podios eran inexistentes. Quedaba una bala. Mireia Belmonte explotó por fin en unos Juegos. Ya había logrado éxitos en Europeos en piscina de 50 metros y en Mundiales en piscina corta. Pero ayer estaban las mejores enfrente, ¡son los Juegos Olímpicos!, y la catalana logró el segundo puesto, la plata en los 200 metros mariposa. Para hacerlo tuvo que conseguir el récord de España (2:05.25). Compitió como lo hacen los elegidos: logrando su mejor marca en el lugar justo.
«Gracias», fue lo primero que salió por su boca, aunque le costaba hablar por la emoción. Gracias a su familia, a sus amigos, a su psicólogo y a su entrenador, Fred Vergnoux, el duro francés que no admite un no por respuesta, con el que empezó hace dos años para conseguir lo que logró ayer. «Tengo que partir la medalla en mil pedacitos», aseguraba.
No estaba viviendo días fáciles Mireia Belmonte en Londres. No nadó bien sus primeras pruebas, pero se había planteado un exigente calendario que iba a cumplir. Sus brazos y sus piernas tenían esa medalla desde hace años, pero en su cabeza había dudas y en ella centró su trabajo Vergnoux: en hacer que la presión por las expectativas creadas no la devorara. No ayudó el dubitativo comienzo. «Está serena», advertían en la Federación. Ayer demostró que ya ha superado sus miedos.
Tras estar lejos de su marca en los 400 estilos (aunque se metió en la final), los 400 libres y los 200 estilos, llegaban los 200 mariposa. «No siento presión», repetía, como para convencerse, día tras día ella, que en ningún momento se planteó rebajar el número de pruebas que iba a disputar y que reconoció estar cada vez más cómoda en la piscina. Llegó a la final con la cuarta mejor marca, cerca de la segunda y la tercera. Tenía que superarse para «rascar» medalla. Apareció en el centro acuático con la toalla al cuello en forma de bufanda, el «reggaeton» sonando en sus cascos y las gafas ya puestas. Estiró los brazos, «crujió» su cuello y se comió la piscina. Salió sin complejos. «Hecha un flan, pero con nervios buenos. Sin plan, sin miedo», desveló después. Segunda en los primeros 50 metros y dominadora de la prueba a partir de ahí. Estaba dispuesta a matar o a morir y el penúltimo toque de pared lo hizo con ventaja. En el sprint final la china Jiao Liuyang la superó. Pero para hacerlo tuvo que batir el récord olímpico. La catalana llegó a la meta poco después y cuando vio el marcador sus ojos llorosos lo decían todo. Por fin lo había conseguido. «Sabía que el entrenamiento serviría, que algún día tenía que salir bien», dijo. La japonesa Hoshi se alzó con el bronce.
Mireia apareció poco después en el podio. El pelo corto para lo que en ella es habitual –«Así peso menos», bromeaba–, la sonrisa imborrable. El mítico Popov fue el encargado de ponerle al cuello la preciada plata. Ella saludó con los brazos en alto y se mordió el labio. Después mostraba ante los fotógrafos lo conseguido. Un premio gordo, porque España no puede presumir de tener muchos de éstos en natación. David López Zubero, Sergio López, Martín López Zubero, Nina Zhivanevskaya y ahora Mireia. La suya es la quinta y la delegación española toma aire en Londres. Faltaba romper el hielo y Mireia lo logró.
✕
Accede a tu cuenta para comentar