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Nervioso como en la prohibición por Serafín Marín
Todavía no ha llegado el momento de hacer la gran celebración, pero el primer paso, el más importante, ya está dado. Ayer se entregaron en el Congreso de los Diputados las 587.000 firmas que tienen como objetivo proteger la Fiesta de los toros y revocar la ley que prohibió la Fiesta en Cataluña, mi tierra. Dolorosa tierra, en la que vivo, en la que está mi familia y en la que he sufrido una de las experiencias más duras. Sin ir más lejos, la votación en el Parlamento de Cataluña de ese 28 de julio de 2010. Me hundí en el momento y me emocioné muchísimo en la última tarde que toreé en mi plaza, y la de tantas figuras del toreo, la de Barcelona. Con la Monumental llena a reventar y la rabia contenida. Ayer me levanté ya con los nervios a flor de piel. Presentar esas firmas suponía reconciliarme, aunque sólo sea en parte, aunque apenas hayamos comenzado el proceso, con todo lo vivido hasta entonces. 150.000 firmas se habían recogido en Cataluña, tres veces más de las que nos llevaron a la prohibición. Tenía la sensación de que las cosas volvían a su cauce. Donde deben estar. Lejos de los devaneos políticos que han condenado a la Fiesta a varias prohibiciones a lo largo de su historia. No sé si ésta es la más relevante, pero sí la que me ha tocado asimilar. El toreo sigue siendo ese espectáculo difícil de explicar, en el que todo tiene sentido y forma parte de una liturgia sagrada. El toro, el animal, por el que se desviven los ganaderos durante años, es el centro de nuestro universo. A él le rendimos culto. Después, podemos hablar de la emoción y del arte .
Serafín Marín
Torero
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