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Vitamina preventiva por José Antonio VERA

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En los últimos tiempos, la alerta extrema contra el sol nos ha llevado a descuidar la importancia de la luz proveniente del astro rey en la producción de Vitamina D (calciferol o VD). La consecuencia inmediata es que se están detectando en las poblaciones occidentales unos niveles deficitarios muy extendidos de esta vitamina preventiva, esencial para la producción de calcio. El resultado no es sólo que incremente el riesgo de raquitismo, osteomalacia, osteoporosis y otras dolencias que afectan a los huesos, sino que ese «déficit D» nos está dejando indefensos ante problemas inmunológicos o patologías graves como el cáncer. Datos dados a conocer recientemente son bastante indicativos. Enfermedades autoinmunes como la diabetes, la esclerosis múltiple, la enfermedad de Crohn o afecciones como la hipertensión, la esquizofrenia o la depresión están relacionadas con infraniveles de vitamina D. La mayoría de los enfermos de cáncer son igualmente deficientes.

El 70 por ciento de las personas que sufren un infarto tienen bajos niveles de calciferol y en muchas ocasiones placas de calcio en las arterias. La razón es que apenas es posible absorber el calcio que ingerimos por la dieta en ausencia de VD, y eso hace además que aquel se deposite anárquicamente en diferentes órganos del cuerpo y no en los huesos, que es donde debiera. Necesitamos vitamina D y parece que ahora no nos la estamos proporcionando en la medida requerida. La prevención contra los problemas derivados de la radiación solar es lógica, máxime ante la escalada de melanomas que vive el mundo. Pero habría que encontrar un punto de equilibrio, pues es el sol el mejor suministrador de vitamina D que existe. Con quince minutos de exposición de brazos y piernas varias veces a la semana en horas no peligrosas valdría, aunque hay que tener en cuenta que el uso de protector inhibe la absorción. Igual que lavarse la piel después de asolearse. La vitamina D generada a partir del sol no es tóxica, sino que se almacena en el tejido adiposo y se va liberando durante el invierno. Al contrario de lo que ocurre cuando el suministro se realiza vía medicamentos: hay que tener mucho cuidado con no excederse en la administración porque igual que la «deficiencia D» es perniciosa, lo es también el exceso, al provocar hipercalcemia.


De ahí que la fuente más segura y recomendable sea el sol, aunque no la única. Para cuando no hay sol, el aceite de hígado de bacalao es abundante en calciferol, aunque se deba controlar su ingesta dado que posee mucha vitamina A, en exceso tóxica. Otras fuentes notables son los pescados azules grasos, entre ellos el salmón, la sardina, el atún, la caballa o el arenque. El mundo vegetal aporta poca vitamina D, con la excepción del hongo shiitake, que tras secarse al sol constituye una fuente extraordinaria, y las pipas de girasol, que también fabrican VD como nosotros con la ayuda solar. Con la edad necesitamos más vitamina D porque la piel pierde habilidad a la hora de fabricarla. Y curiosamente se ha detectado que las personas con niveles elevados de VD son más longevas.