Londres
Las españolas por Ángela Vallvey
Ruiz Zorrilla, jefe de Gobierno de Amadeo I, el hombre político más influyente de su época, pronunció una frase demoledora sobre España: «Los españoles o son católicos o son racionalistas. Los católicos lo esperan todo del milagro. Los racionalistas lo esperan todo de la Lotería Nacional». Desde entonces, se habló de que España era una nación de «milagros y loterías». Por su parte, Francisco Silvela, en 1898, aseveró: «Singular Estado el de España: donde quiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso».
Me pregunto qué dirían Ruiz Zorrilla y Silvela si les dejasen tomarse un puente de su descanso eterno para venir a contemplar en la España de hoy –aterrada por sus problemas de deuda, insegura de su futuro, sufriente, cauta–, en la España dañada del verano, a estas españolas que ganan medallas en las Olimpiadas de Londres. Jóvenes, radiantes, rápidas, trabajadoras, minuciosas, serias... Bellas y juiciosas. Ojalá fueran de verdad el pulso de España. Serían la imagen perfecta de un país sano y pletórico si no fuese porque estamos «oficialmente» deprimidos. Alabau, Fuentes, Ballesteros, Yagüe, todas y cada una de las chicas de sincronizada, vela, balonmano, del waterpolo (motivadas por un vídeo de sus familias que, al parecer, les puso su entrenador, Miki Oca, antes de tirarse al agua), Mireia Belmonte, Unda, Chourraut (etc.)… No hablo de los hombres que participan en las olimpiadas de este año, pese a que no les resto ni un ápice de su mérito, y me merecen el mismo respeto que sus compañeras. Hablo aquí de las chicas porque el triunfo de una mujer siempre me emociona: imagino el esfuerzo que hay detrás, la fragilidad, los sacrificios, los sueños… Nada que ver, en absoluto, con milagros y loterías.
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