Murcia
OPINIÓN: Interruptus
Hace tiempo que había notado el fenómeno, propio de un país en bancarrota, como el nuestro. Pero fui plenamente consciente de él cuando me di cuenta que un conocido que no llamaba nunca para menos de un cuarto de hora (a veces, si andaba yo ocupado, al ver que era él, no cogía el teléfono porque sabía que hacerlo era arruinar mi mañana, o mi tarde, o mi siesta o mi comida) comenzaba a dejar llamadas perdidas, claramente de manera voluntaria. Me dije: «Señores, la crisis ha llegado y es profunda, esto no lo niega ya ni Zapatero». ¿Por qué? Muy sencillo: un síntoma de los años en que fuimos un país de nuevos ricos fue el uso compulsivo que todo dios hacía del móvil. Hoy, de vuelta a nuestra realidad de pobres hidalgos postimperiales, pocos pueden pagar esas facturas de teléfono de las abusivas operadoras.
Y ahora no es sólo mi viejo conocido, que parecía propietario de Movistar, Vodafone y Orange, el que hace llamadas «interruptas». Todo el mundo emplea los mismos trucos para que no le toque a él el insoportable peso de la factura telefónica: «Se ha cortado», «me ha saltado el buzón», «no tenías cobertura», «te he dejado un mensaje». Todo mentira, excusas de mal pagador. Una vez que respondes tú a la llamada ya no hay quien te libre de que el «interrupto» te cuente lo de los niños, el calor que hace, lo que ha hecho para comer y lo tonto que es Zapatero. Pues advierto a quienes así se comportan en esta economía de guerra que padecemos que no pienso contestar a una sola llamada perdida, salvo que sea del director general de Loterías para decirme que me ha tocado el gordo de Navidad.
Eso sí, una ventaja tenemos con este nuevo paradigma comunicativo imposible: las operadoras, al ver que solo facturan un cúmulo de recíprocas llamadas perdidas, tendrán que tomarnos en serio, bajar tarifas y no darnos tanto por el Ono. (¿o es el ano?).
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