Alicante
Un mártir incómodo para España
La víctima española de la represión saharaui en El Aaiún obtuvo la nacionalidad en agosto de este año en Alicante.
Madrid- El lunes a las 11:30 de la mañana Lahmad Buyema recibió una noticia que le mantuvo encerrado rumiando su pena hasta las ocho de la tarde. Su hermano Baby Hamday, de 35 años, había sido asesinado en El Aaiún. Al otro lado del teléfono, un compatriota saharaui explicó a Lahmad que un camión de la Policía marroquí «le había pasado dos veces por encima» y lo dejó tirado, aún vivo, en el suelo.
Las imágenes que han dado la vuelta al mundo muestran a Baby con la cara ensangrentada llevado en volandas por un grupo de jóvenes. Según explica Lahmad a LA RAZÓN desde su casa en Alicante, «la ambulancia aún tardó seis horas en llegar» y, cuando lo hizo, ya lo encontró muerto. Su cuerpo espera en el depósito de cadáveres a recibir sepultura.
La víctima española de la represión en El Aaiún estaba casado y tenía dos hijos, de uno y cuatro años de edad. Aunque Baby y Lahmad eran sólo medio hermanos –compartían la misma madre–, se veían con mucha frecuencia. El joven ingeniero eléctrico trabajaba desde hace casi nueve años en la capital del Sahara Occidental para la empresa de fosfatos Foss Bucra, pero cada vez que tenía vacaciones venía a España a ganar un dinero extra y se quedaba con él. La última vez fue en agosto, cuando los dos hermanos fueron al registro civil de Alicante y el pequeño obtuvo por fin su DNI español, un trámite que tenía pendiente desde octubre de 2006.
Antes de venir a España este verano, Baby Hamday pasó por Alemania, donde se hizo con un Mercedes 190. El vehículo, según su hermano, fue incendiado por los mismos agentes marroquíes que lo atropellaron doblemente. Lahmed no acaba de entender el motivo de este «asesinato impune», como él lo define. Baby no era una chico problemático, no se metía en líos y cumplía las normas al pie de la letra.
Lahmad cree que fueron a por él porque «era el único saharaui del autobús» que detuvieron los gendarmes marroquíes antes de hacerlo bajar tras apuntarlo con el dedo. «Él me contó todo lo que hacía en la empresa de fosfatos, cómo Marruecos ganaba mil millones de euros al año exportando este mineral a países como Australia», continúa. De hecho, el joven ingeniero había adquirido cierto nivel en Foss Bucra, donde sólo el cinco por ciento de los trabajadores son saharauis.
Lahmad espera que el Gobierno español le ayude a viajar a Marruecos para enterrar a su hermano, pese a que no tiene muchas esperanzas. «Aún no me ha llamado nadie desde el lunes», afirma. Y eso que el Ministerio de Exteriores ya ha pedido a Rabat que investigue la presunta muerte de Baby a manos de su Policía.
Lahmad sabe que lo tendrá muy difícil. Aunque también tiene nacionalidad española, él está «en el otro lado», en el del Frente Polisario. Su mujer y su hija Lamina, que se llama igual que la madre de los Buyema, aún no han recibido la autorización necesaria para venir a España y continúan a la espera en el campamento de refugiados de Smara, en Tinduf, Argelia.
«Era un buen chico»
Lahmad cuenta que su hermano era un buen tipo, que nunca se metía en problemas. Aún recuerda las palabras del funcionario del registro civil de Alicante, donde oficializó este verano su nacionalidad española: «Tu hermano parece un hombre serio, tiene cara de buena persona». Nadie le llamó nunca para darle una queja, una crítica de Baby. «Caía bien a todo el mundo, era responsable y normal. Lo que se dice un buen chico», rememora con tristeza. Cuando se vieron en agosto, en España, los dos hermanos apenas tuvieron tiempo de charlar. La última visita fue demasiado corta.
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