Francia
EL ANÁLISIS: Rematar la guerra
- ¿Genera problemas la protección que Argelia está brindando a los familiares de Gadafi?
–Al contrario. No se trata de una solución definitiva, ni siquiera ortodoxa, pero sí de la que mejor podía gestarse con carácter provisional. A corto plazo, garantiza que los rebeldes no se tomen la justicia por su mano y exhiban su brutalidad contra quienes, hasta que no se demuestre lo contrario, compartían principalmente lazos de sangre con el tirano. A medio plazo, hay una probabilidad muy alta de que el gobierno argelino se avenga a colaborar con el tribunal que juzgue los crímenes de Gadafi; y de que ponga a disposición de la justicia a quienes desde el entorno del sátrapa pudieron ser partícipes de sus lesivas políticas.
- ¿Pueden la excitación incontrolada y el ardor guerrero de los sublevados contribuir a su deslegitimación?
–Sin duda. De hecho ese proceso ya está lamentablemente en marcha. Los actos de venganza, los asesinatos indiscriminados, la aparición de cadáveres maniatados y con tiros en la nuca son fenómenos que se encuadran en la categoría de crímenes de guerra. Para combatir la barbarie del depuesto dictador, sus enemigos están empezando a dejar asomar algo más que fiereza y crueldad. Sobre el CNT recaerá la responsabilidad de contener la comisión de delitos a gran escala tipificados en las leyes internacionales. No digamos si se descubren cuerpos sin vida de mujeres y niños.
- ¿Qué papel le queda ahora a la comunidad internacional?
–Militarmente, echar el resto antes de dar la misión por cumplida. Políticamente, aparentar el máximo distanciamiento en el alumbramiento de la transición. Diplomáticamente, diseñar un plan completo de asistencia a las nuevas autoridades sustentado en tres pilares: el ejecutivo, el de la justicia y el de la seguridad. Con diligencia pero sin precipitaciones, EE UU y Francia tomarán las riendas para generar la máxima estabilidad en el menor tiempo posible. En paralelo, las dos potencias entrarán en una carrera de intereses para influenciar y tutelar el equilibrio de poderes en el norte de África.
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