Milán

Strauss-Kahn

La Razón
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François Picaud, fue un parisino que en 1807, comprometido con una rica mujer, fue a la cárcel acusado por sus celosos amigos de espiar para Inglaterra. Allí conoció la historia de un tesoro enterrado en Milán. Salió de la prisión, desenterró el tesoro e inició su venganza. Él inspiró a Dumas para escribir la historia de Edmundo Dantés, su Conde de Montecristo, que fue encerrado por un complejo entramado de traiciones, ambiciones y dinero.
La historia de Dominique Strauss-Kahn parece un «remake» de la novela de Dumas. El hombre más poderoso del mundo fue triturado en 48 horas. Una mujer denunció violación. La justicia estadounidense lo machacó sin piedad. La prensa mundial lo trituró y condenó sin contemplaciones. Las pruebas eran lo de menos. Su vida y su carrera se redujeron a cenizas.
Ahora las cosas han cambiado. La presunta violada ha recibido en un mes 100.000 dólares de una Mano Negra todavía no descubierta. Su versión de los hechos se ha desmadejado. De sus contradicciones y mentiras surgen muchas dudas. «Este tipo tiene mucho dinero y yo sé lo que me hago», dijo 24 horas después de la detención de DSK a un amigo en un dialecto guineano que ahora –¡un mes después!– se ha traducido. A Strauss-Kahn se le puede recriminar tener el cerebro en la entrepierna o la entrepierna en el cerebro, pero de ahí a meterlo 20 años en el trullo, hay un trecho. El caso puede ser sobreseído y DSK podría iniciar su particular venganza. En Francia, los socialistas lo esperan en candeletas. Sarkozy teme al síndrome del Conde de Montecristo que sacude a la sociedad gala. Y las presidenciales, a la vuelta de la esquina.