Literatura

Rusia

Precisión y descaro

La Razón
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De Ángela Vallvey, novelista y colaboradora de LA RAZÓN, me gustan muchas cosas. Una de ellas es su precisión. Otra es el descaro. Las dos se encuentran en dosis abundantes en su última novela, «El hombre del corazón negro» (Destino). Cuando Ángela Vallvey tiene que hablar de una casa, nos dice el número de metros cuadrados que tiene, y si hace referencia a una cinta de video, nos dice lo que dura la grabación que contiene: exactamente, 7:57:32 minutos. Como se puede suponer de esta narradora a cuyo lado los espejos de Stendhal o de Baroja son un ejercicio de pura idealización, de los crímenes no se nos ahorra el menor detalle, ni siquiera de los más salvajes, los más sórdidos. Abundan, como era de esperar, en esta novela trepidante, de velocidad radicalmente moderna e intriga policíaca, situada entre Madrid y el Levante español, Rusia y los países del Este y Estambul y el Golfo Pérsico. Los protagonistas son mafiosos, inmigrantes chantajeados, mujeres jóvenes secuestradas, policías e incluso algún juez de la Audiencia Nacional, con su madre (personaje fascinante donde los haya). La historia la protagoniza el mundo secreto de las mafias, allí donde reina la inmoralidad y se practica la explotación del ser humano. Es la herencia y el último avatar, por el momento, de aquel glorioso socialismo que iba a redimir a la humanidad. Aquí es donde salta el descaro de la autora, y por partida doble. Ángela Vallvey nos sumerge en una realidad que no solemos querer ver –es algo que suele hacer en la vida real–, y al mismo tiempo evita la mirada nihilista tan propia del arte y la literatura contemporánea. En sus creaciones, el nihilismo, la ausencia de valores morales, no sirve de consuelo, al revés. Los personajes sufren aún más; la artista, que organiza todo con mano maestra, sufre con ellos, y nosotros, los lectores, también. Bien mirado, ¿qué mejor que sufrir un rato con la lectura de esta gran novela en unos días en los que con suerte tendremos algunas horas libres?