Países Bajos
Rendidos por el sudor
Si a los grados de la pasión se suman los de la habitación, la combinación puede ser tan explosiva que llega a producir incluso desmayos por la reacción del organismo ante semejante esfuerzo
Con su tímida voz tarareaba la vocalista de Mecano aquello de «hazme el amor frente al ventilador». Porque no hay nada peor que una sesión de sexo en la que la temperatura sube sin parar y no precisamente por el frenesí al que se entregan los cuerpos, sino por el mercurio que marca el termómetro en la sala. Ése que a los peces les hace cambiar, literalmente, de sexo (lo dice un reciente estudio del CSIC que muestra que las lubinas hembras se masculinizan por una alteración que el calor produce en la enzima responsable de la formación de los órganos femeninos).
Anécdotas aparte, y de vuelta a la cama del ser humano, resulta que una habitación en la que se acumulan muchos grados puede hacer que el coito termine en soponcio. De hecho, hay quienes llegan a sufrir desmayos. Al por qué de estos vahídos dan respuesta los expertos. «Una defensa del cuerpo cuando se realiza un determinado ejercicio intenso es sudar. Si al calor que de por sí produce el acto sexual se suma el de un lugar cerrado, esta sensación se multiplica por el esfuerzo y puede producir una bajada de tensión como respuesta del organismo», explica Ignacio Cueto, ginecólogo del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid.
De pie, más sofoco
Es decir, no es el coito en sí lo que produce el desvanecimiento. Es en el después, cuando la tensión baja por la sensación de placer que deja el clímax. «Muchos hombres cuando se levantan de la cama de forma un poco brusca o rápida después del sexo sienten que se marean y es por esto», añade Cueto. A esto hay que sumar las posturas que se practican y que aumentan o disminuyen las pulsaciones. Por ejemplo, si estamos tumbados, la frecuencia cardíaca será más baja que si estamos de pie, donde las pulsaciones suben.
Pero no hay que confundirlo con la «petit mort», como dicen los franceses. Una sensación que tiene la mujer de perder el conocimiento tras el orgasmo y que, según reveló el estudio «Regional Cerebral Blood Flow Changes Associated with Clitorally Induced Orgasm in Healthy Women» de la Universidad de Groningen (Países Bajos) se debe a una disminución del flujo sanguíneo en la corteza orbitofrontal lateral izquierda durante el clímax femenino que, unido a la dopamina, puede generar este efecto momentáneo. Esta «pequeña muerte» no entiende de climas. Pero sí los espermatozoides, que con el calor también parecen aletargarse. Así, quienes trabajan a temperaturas elevadas o frecuentan saunas deben saber que están incrementando la temperatura del escroto y podría verse afectada su capacidad de fecundar.
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