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Cazando narcos en las favelas

La unidad de élite conocida como Bope lucha en una verdadera guerra en las favelas de Río de Janeiro contra la droga y el crimen. Así es un día con ellos 

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Sale el sol en el centro de operaciones de la Bope, en Río. «Los calaveras», también conocidos como «escuadrones de la muerte», se pintan la cara de verde y negro mientras afinan sus fusiles FAL. Como ellos mismo afirman, se acerca la batalla, comienza la cacería y la presa son los traficantes. Su lenguaje belicista obedece a una realidad: la cruenta guerra que la tropa de élite brasileña libra a diario contra los narcos para liberar las favelas de la Ciudad Maravilla, un esfuerzo titánico teniendo en cuenta que hay casi un millar. Brasil es el país del mundo donde más personas mueren al día por los disparos de un arma de fuego, en la mayoría de los casos sin legalizar. Los narcos campan a sus anchas por las favelas infectadas de armas y drogas. Sin embargo, sus vidas podrían tener los días contados teniendo en cuenta que Río acogerá el próximo Mundial en el 2014 y las Olimpiadas del 2016. Hay que limpiar la ciudad y la cuenta atrás ya comenzó. En esta jornada el objetivo es la Favela do Jacaré, así conocida por su ubicación, al lado del río Los Cachorros, donde arrojan los traficantes sus caimanes cuando crecen y se cansan de criarlos como mascotas. Para tomar este feudo criminal nos subimos a bordo de uno de los camiones blindados de la Bope, oficialmente llamados «paz», pero popularmente conocido como «caveirões». Este tipo de vehículos es utilizado en operaciones en los barrios donde hay conflicto con los traficantes que utilizan armamento pesado.


Adentro, los calaveras se agolpan introduciendo sus fusiles por las diminutas aberturas de las paredes laterales. El olor a sudor flota en aire. En el frente el comandante dirige el operativo. Algunos rezan pero en general se vive un ambiente de fiesta, sonríen, bromean, no parecen tener miedo.

«Somos una tropa de asalto, vivimos para ello y nos gusta la acción. Cuanto más cerca estemos de ellos mejor; para eso tenemos los machetes. Esperamos que ofrezcan resistencia, que no se rindan o salgan corriendo. Todos en la Bope queremos participar en los operativos. El día que no podamos por razones físicas o de edad, la vida se acabó para nosotros», nos explica el sargento Suárez. Su escudo lo dice todo: una calavera, cuyo cráneo atraviesa un cuchillo, flanqueada por dos pistolas. «Significa nuestra victoria sobre la muerte y eso haremos hoy, con la ayuda de Dios», agrega orgulloso. Sus palabras son silenciadas por una ráfaga de disparos, la primera de varias. Uno de los agentes, situado a nuestro lado, responde con plomo, el blindado se detiene bruscamente ante unos rieles de vía abandonados por los traficantes. Todos callan hasta que las balas rebotan contra el cristal.
Hora de abandonar el refugio, los calaveras salen con los rifles en alto, los disparos se escuchan desde dentro sin que podamos divisar de dónde proviene el fuego enemigo. Un agente se queda con nosotros. «Aguanta aquí, soy responsable de tu seguridad», nos advierte. Tras despejar el terreno nos permiten abandonar el «caveirões» y adentrarnos en una casa de colores vivos y muros acribillados. Allí yace el último trofeo de guerra del batallón, el cuerpo del traficante Zé Roberto, de tan solo 18 años de edad. A su lado varias bolsas de marihuana, cocaína y dos pistolas rojas de origen paraguayo forman el rastro de otra batalla ganada por la Bope.

Aunque esta unidad fue creada en 1978, su popularidad se disparó en el 2007 tras el estreno de la película, del cineasta José Padilha, «Tropa de Élite», basada en la novela de los miembros del Bope Andrés Batista y Rodrigo Pimentel. Ya están preparando la tercera. Uno de los aspectos que refleja la película en la pantalla es la idea de «purificar la sociedad», «arrancar las flores del mal», «ser un estado dentro del estado», frente a una sociedad podrida por la corrupción y el tráfico de drogas. Para ello y según muestra la película, la tropa emplea la violencia extrema y utiliza métodos como la tortura. Cuando le preguntamos a Suárez por la película y su semejanza con la realidad nos señala sus nudillos y afirma: «La cinta no es un fiel reflejo de la tropa, la realidad es mucho peor».


«No son malos chicos»
Brasil es una nación con un muy alto consumo de drogas: se consiguen con facilidad, son cada día más baratas y el mercado se expande entre los jóvenes, sin resistencias. En Río de Janeiro (donde los próximos Juegos Olímpicos y el Mundial de Futbol serán oportunidades irrepetibles para consolidar la ciudad y el país) hay una actitud muy permisiva hacia la droga: la idea es que mientras se venda droga y no se cometan otros delitos, no habrá una intervención policial fuerte. Cuando esos delitos asociados se cometen, los golpes se dan con eficacia. Cuentan con dos Policías: la Bope y la de proximidad ciudadana, la UPP, que entra en acción después del grupo de combate para restañar las heridas sociales. Aseguran expertos brasileños que el mecanismo les ha funcionado.

Para comprobarlo nos adentramos en Santa Marta la primera favela en ser liberada hace dos años. Allí se instaló también el primer puesto de la Policía Pacificadora. El Capitán Lourenro nos espera en su oficina situada en lo más alto del morro. De rostro sosegado se ofrece a ser nuestro guía. La primera parada es junto a un muro lleno de grafitis y huellas de disparos. Lourenro señala una iglesia ubicada a escasos metros. «Desde allí nos tiraban fuerte los narcos», dice.

Un poco más abajo, una estatua de bronce de Michael Jackson preside el mirador. Con gafas de sol, la estrella del pop mira hacia al Cristo Redentor, custodio y emblema de la Ciudad Maravilla. «Michael Jackson se convirtió en el padrino de la favela tras grabar aquí su video clip, ese que sale acompañado por los moradores tocando instrumentos de percusión. Para grabar el video hubo que militarizar la favela», nos aclara el capitán.

Desde allí tres turistas norteamericanos, bien quemados por el sol, disparan con sus cámaras. Han venido a Río para recorrer las favelas gracias al programa del Gobierno conocido como Top Tour que promueve el turismo por los barrios liberados para mejorar la imagen de la Ciudad. Seguimos descendiendo con Lourenro. «Es más probable que te roben en Copacabana que aquí», afirma. Minutos después, un muchacho con un «porro» de marihuana en la mano se cruza en nuestro camino. Ante la presencia del agente tira el «porro» y pide disculpas. Lourenro parece consternado. Lo agarra del brazo sin percatarse de que el chico deja un «huevo amarillo» lleno de papelinas –cocaína– en uno de los salientes del muro.

Lo lleva al fondo del pasillo, le regaña como si fuera su hijo y lo deja ir. «No son malos chicos, conozco a su madre, hablaré con ella». Y puntualiza: «Nosotros sobre todo lo que no queremos son armas en la calle y violencia. Si logramos esto en el resto de las favelas de Rio, nos podemos dar por satisfechos».

 

Esto es una guerra
Se calcula que de los 16 millones de pistolas, revólveres y fusiles que circulan en Brasil, 14 están en posesión de civiles y más de 7,5 son ilegales. Según un estudio elaborado por el Ministerio de Justicia de Brasil, existe un arsenal de 752.934 armas incautadas en acciones violentas, que son casi las mismas que están en posesión de los cuerpos de policía. El Estatuto de Desarme establece hasta 15 requisitos para poder comprar un arma. Son muchos los que defienden que un «fazendeiro» que vive a más de 100 kilómetros del puesto de policía más cercano, tiene derecho a proteger su hacienda, su vida y la de los suyos. «El problema fundamental lo constituyen las armas que portan los traficantes en las favelas. Son fusiles pesados y lanza granadas. «Incluso han sido capaces de tumbar una aeronave», asegura el Comandante da Operaciones, Capitão Luz. «Muchas de esas armas han salido de los depósitos del Ejército brasileño. Otras son de origen ruso, como la AK-47. Hay traficantes de armas a gran escala haciendo negocios en las favelas», agrega. «Es complicado vigilar y combatir el tráfico ilegal de armas a través de la inmensidad de las fronteras de Brasil con sus países vecinos, la denominada Triple Frontera. Uno de los principales corredores es Ciudad del Este en Paraguay». Y concluye: «Con este tipo de armamento, que nadie se engañe, en las favelas se libra una cruenta guerra».