Historia

Instituto Cervantes

Sobre el verso y la épica

«La verdadera poesía es épica». Se conecta con lo universal con la precisión del verbo científico. Como lo hiciera la «Epopeya de Gilgamesh» o los poemas «Esperando a los bárbaros» de Kavafis y «Lepanto» de Chesterton.

El poeta, editor e investigador, ayer en la Academia de Historia
El poeta, editor e investigador, ayer en la Academia de Historialarazon

Esta fue la munición de Luis Alberto de Cuenca para presentarse ante la Academia de Historia como nuevo miembro de la selecta institución. La poesía, como la buena historiografía, «trae claridad a un mundo oscuro y confuso», dijo ayer en su discurso de ingreso.

 El poeta y editor fue elegido el pasado 8 de octubre para cubrir la vacante de la medalla número 28, desocupada desde el fallecimiento de Manuel Fernández Álvarez, quien fue recordado de forma emotiva por su sucesor. Reconoció que se aproxima «tembloroso» al «templo de saber histórico» que es la Academia, y citó a su «ilustre» predecesor para señalar que intentará estar, «si no a su altura, sí al menos honrar con mi dedicación y mi trabajo su memoria».

La memoria geográfica

«Un hombre culto debe ser capaz de ordenar cronológicamente los sucesos históricos dentro de su cabeza y ubicarlos adecuadamente en el lugar del mapa que les corresponde. Antes que nada y sobre todo, somos Historia y Geografía. Una persona culta debe tener memoria histórica, pero no en el detestable sentido en que ciertos políticos han usado ese término últimamente, y memoria geográfica», afirmó el autor de «La caja de plata» ya en su toma de posesión en la casa. Durante su discurso, De Cuenca recordó que Aristóteles no consideraba enemigas a la poesía y la filosofía, ni siquiera materias contradictorias, ya que la sitúa en el plano superior como conocimiento de lo general por su exigencia a la hora de cumplir categorías como la verosimilitud. «Eso es justamente lo que las vanguardias, desde comienzos del siglo pasado, han negado a la poesía, colocándola en el limbo gratuito de lo absurdo y lo prescindible, y, por si fuera poco, tiñéndola de un tinte metafísico que la aleja de la realidad», defendió el ex secretario de Estado de Cultura.

La candidatura de ingreso en la Academia de Luis Alberto de Cuenca fue avalada por los académicos Carmen Iglesias, Luis Suárez y Francisco Rodríguez Adrados, una «elite humana y científica que ha constituido siempre para mí un modelo a imitar». Entre sus agradecimientos citó al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el que creció como investigador y que llegó a dirigir, y en el que ha desarrollado durante casi cuarenta años sus tareas de investigación, centradas siempre en la exégesis de la Historia de la Literatura Universal. Es editor, traductor y autor de numerosos libros de ensayo dedicados a la investigación. Asimismo, ha traducido a numerosos autores clásicos y modernos como Homero, Guillermo de Aquitania o Ramon Llull. «Llego con el firme y decidido propósito de no defraudar expectativas».


La respuesta al caos
El poeta destacó que fue la historia del francés Marc Bloch, fusilado por los nazis en 1944, la que le condujo a pensar que la historia y la épica tienen un mismo aroma. Gracias a este intelectual comenzó a distinguir «de forma nítida y precisa las fronteras de los reinos de Clío y Calíope», aunque sin renunciar a pasearse indistintamente por ambos territorios. «La vida es demasiado corta para congraciarse con el caos. La cultura es la respuesta a cuándo y a dónde», afirmó.