Nueva Orleans
La tormenta perfecta de Obama por César Vidal
«En tiempos de crisis, todos nos unimos como una única familia americana». Las palabras son de Michelle Obama y se pronunciaron en el curso de un acto electoral en Iowa City (Iowa). Pueden considerarse, sin ningún género de dudas, un tanto convencionales y algunos incluso las motejarán de propagandísticas, pero la realidad es que el ciudadano americano cree en ellas a pies juntillas. Ante una amenaza que afecta a la nación, la única salida noble es la de salvar las diferencias y aunar esfuerzos para conjurarla. Semejante circunstancia –totalmente inesperada– es susceptible de ocasionar un daño nada desdeñable al candidato republicano. Mitt Romney, que contaba con una ligera ventaja en las encuestas, no puede correr el riesgo de parecer insensible ante la desgracia ajena machacando una y otra vez con la bajada de impuestos. Precisamente por eso, el candidato republicano interrumpió ayer sus campaña en Ohio para recaudar fondos para ayudar a los damnificados por «Sandy». Por el contrario, el huracán proporciona una oportunidad de oro a Barack Obama, que puede asumir la imagen de hombre idóneo en el momento adecuado.
No fue ése, desde luego, el caso del ex presidente George W. Bush, que es el que más americanos tienen ahora en mente. En el año 2005, frente al huracán «Katrina», Bush no sólo tardó dos días en abandonar sus vacaciones texanas y desplazarse a Washington, sino que, por añadidura, desatendió las informaciones que señalaban que las presas cercanas a Nueva Orleans no podrían resistir el impacto del desastre natural. Como resultado, tras producirse 53 brechas, la ciudad quedó anegada en un 80%. Un informe realizado ya en el año 2007 dejó de manifiesto que dos terceras partes de las inundaciones habían derivado de esa falla no atendida. Más de cien millardos de dólares y algo más de dos mil muertos fueron los costes de una catástrofe que afectó a 233.000 kilómetros cuadrados, un equivalente a Gran Bretaña. De manera bien significativa, el desplome de la popularidad de Bush quedó determinado por su mala gestión del «Katrina», mucho más acentuadamente que por la prolongación de la guerra de Irak o la ocupación interminable de Afganistán. La referencia a la «presidencia compasiva» se hizo añicos con el «Katrina».
Debe señalarse que Bush, en no escasa medida, seguía el pésimo ejemplo de su padre, George H. W. Bush, que tardó también en enfrentarse con el huracán «Andrew», que asoló Florida en 1992. Bush padre declaró el estado de emergencia, pero prometió una ayuda que tardó en llegar y, sobre todo, no fue consciente de la extensión de la catástrofe. Sin embargo, a diferencia de los republicanos, los demócratas han sido, por regla general, mucho más hábiles a la hora de enfrentarse a los desastres naturales. Los ejemplos abundan.
En septiembre de 1965, el huracán «Betsy» golpeó Louisiana. El senador demócrata Russell Long se apresuró a telefonear al presidente Johnson para que acudiera inmediatamente al lugar de la tragedia. El entonces ocupante de la Casa Blanca se mostró reticente alegando lo apretado de su agenda. Fue entonces cuando Long esgrimió un argumento irrefutable: «Si viene ahora mismo, señor presidente, no podrán derrotarlo ni aunque se presentara Eisenhower». Johnson accedió y no sólo se presentó en la zona invocando –¡como Michelle Obama!– la unión familiar, sino que logró que el Congreso pasara la Flood Control Act de 1965 (ley de control de las inundaciones), que sirvió para reconstruir la zona. El demócrata Bill Clinton también destacó en una utilización muy notable de la agencia de prevención de huracanes (FEMA), un hecho que favoreció su reelección en 1996 y que contribuyó, por vía de las comparaciones, a dañar la imagen de George W. Bush con ocasión de huracán «Katrina».
Obama cuenta ya con experiencia de gestión en materia de huracanes. El 15 de agosto de 2011, se inició el huracán «Irene». La respuesta de los republicanos fue deplorable. El jefe de la mayoría en el Congreso, Eric Cantor, llegó incluso a señalar que sólo se aprobarían fondos para socorrer a las víctimas si se recortaban de otras partidas. Sin embargo, Obama actuó de manera muy adecuada precisamente porque las comparaciones con Bush iban a ser inevitables. Ahora, una vez más, un desastre natural azota Estados Unidos y los ojos de todos están fijos en la Casa Blanca a la espera de que su inquilino actúe como se espera de él o de que dé el traspiés que entregue la victoria a Romney.
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