Crisis económica

El don de la ubicuidad por Javier González Ferrari

La Razón
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Que los dos grandes sindicatos españoles no pasan por su mejor momento no es nada nuevo. Méndez y Toxo, los dos cabezas visibles de UGT y CCOO han hecho méritos más que suficientes para que una gran parte de la sociedad española, con los cinco millones largos de parados a la cabeza, estén de su demagogia, su sectarismo político y su escasa dedicación a los verdaderos problemas de los trabajadores, los que pueden ejercerlo y los que llevan meses, cuando no años, buscándolo, hasta la coronilla. Sus últimas convocatorias de movilizaciones contra las reformas del gobierno y los recortes que llevan aparejados han sido un fracaso clamoroso, pero ellos ni se inmutan, y siguen poniendo el cazo para recibir unas subvenciones millonarias que podrían dedicarse a políticas activas de empleo en lugar de servir para dar de comer a su nomenclatura y sus desmedidos aparatos burocráticos. O para que en vehículos pagados con el dinero de esas subvenciones, de dinero que sale de la piel del ya bastante despellejado contribuyente, Toxo y Méndez consigan estar, casi a la vez, acompañando a los mineros disfrazados de lo que nunca han sido, es decir de currantes, y en la cabecera del carnaval del Día del Orgullo Gay que, en esta ocasión, ha recibido las críticas de asociaciones de homosexuales que no se ven representados por los desfiles de carrozas y la exhibición, grotesca y contraproducente, de un derecho que ya prácticamente nadie les niega. Ni siquiera entre las filas del PP este asunto es prioritario, ni de lejos. Los populares no necesitan del voto de quienes entienden la política desde una óptica religiosa integrista. Y no hablo sólo de los católicos. Nuestros progres de diseño deberían saber lo que los países musulmanes les hacen a los homosexuales. Igual que los sindicalistas de coche oficial y puño en alto tendrían que echar un vistazo a su alrededor para ver cómo su afición a apuntarse a salir en todas las fotos, gracias al don de la ubicuidad que les proporciona su «dolce far niente», es un gasto que este país ya no puede permitirse.