Congreso Extraordinario del PSOE
Adiós sin punto final
Corría el año setenta y nueve cuando José Bono estrenó su escaño por Albacete. El PSP de Tierno Galván, partido en el que militaba, acababa de integrarse en el PSOE y aquel joven licenciado en Derecho inició una meteórica carrera política. Pronto fue elegido secretario de la Mesa del Congreso, punto de partida de una larga carrera pública en la que ya lleva casi cuatro décadas. Hombre mediático por excelencia, paladín de titulares y astuto como una ardilla, en este convulso verano ha lanzado el último: su disposición a no ser diputado y dejar paso a otras generaciones.
Es la suya una afirmación un tanto ambigua. Amigo personal de Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien votó en el Congreso Federal que después ganaría Zapatero, ambos han mantenido en los últimos meses discretas conversaciones. En una de ellas, poco antes de finalizar el periodo de sesiones, Bono se lo dijo claramente al candidato: «Alfredo, has de tener manos libres para hacer las listas». Sabido es que, ante perspectivas de victoria, mucho puesto hay a repartir. Pero ante sombras de derrota, la cosa cambia. Rubalcaba tiene ante sí un complejo encaje de bolillos para cerrarlas.
Y hete aquí donde se encuadra la posición de José Bono. En un sutil juego de lanzar la piedra y esconder la mano, el veterano dirigente socialista ofrece su retirada al candidato, pero no descarta estar disponible para lo que se le pida. Es como un aviso a quienes forcejean por estar en unas listas complicadas, con la aparente grandeza de una renuncia sin cerrarse la puerta. Tal vez, un favor a su amigo Alfredo. Un generoso gesto. Un adiós sin punto final. Continuará.
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