Pamplona
Sonrisas y lágrimas
Movistar se estrenó con el triunfo de Rui Costa
No hay puntos intermedios en casa del Movistar. O dulce y victoriosa gloria o cruel miseria. De las malas, las que duelen. Mientras David Arroyo peleaba con los mejores, de tú a tú por las carreteras italianas frente al emperador Contador, Nibali y Scarponi, dos malditas puertas, la del coche y el garaje mataban a Xavier Tondo en Sierra Nevada. Con él estaba Beñat Intxausti. Fue el primero en verle tendido en el suelo, testigo del sonido de su cuerpo sin vida cayendo inerte. Tondo le susurraba en las noches de preparación del Tour, que iba a ser el del debut para ambos, que Intxausti podría luchar por el maillot blanco, el que acredita al mejor joven de la carrera francesa. «Tú puedes. Y cuando lo hagas, me regalarás uno para que entrene con él por Cataluña», le decía Tondo.
Intxausti, que no tocó, que no quiso saber nada de la bicicleta durante un mes, se olvidó del Tour, del maillot blanco, de todo tras la muerte de Tondo. Pero el tiempo, médico reparador como ninguno, le impulsó a dar los primeros paseos por Amorebieta, a dejar la mente en blanco después de noches sin dormir con esa imagen de Xavi en el suelo. Nadie le presionó. Él mismo dijo «sí» a su director Unzue para correr el Dauphiné y de ahí al Tour, a por el maillot blanco. Para Tondo.
No hay puntos intermedios en casa del Movistar. Mientras Rui Costa se despegaba de los que fueron cómplices de la primera consecución victoriosa de una fuga en este Tour, una decena de corredores entre los que destacaban la prometedora figura de Van Garderen, el peligroso Kolobnev y Zandio, Intxausti puso pie a tierra. Era mejor eso que tocar el freno, imposibilitado Beñat por la rotura en la cabeza del radio derecho que sufre desde la primera etapa. Tondo le ha impulsado hasta ahora; por él corrió, pero no pudo más.
Cuando Beñat Intxausti volvía a subirse a una bicicleta en el Dauphine, otro susto dejó sin aliento al Movistar. Mauricio Soler, el gafado colombiano que ha pasado casi más tiempo en el suelo que encima de la bicicleta, se caía en la Vuelta a Suiza. Pero esta vez no era como las demás. Bailó con la muerte el portentoso escalador, tres semanas de coma inducido y por fin ayer fue trasladado a Pamplona para proseguir con su recuperación. Volvió a la vida Soler el día que Rui Costa elevó a la gloria al Movistar.
No hay punto intermedio tampoco para Contador, que volvió a atacar. Está obligado. Es el maestro del Tour y como tal, examina. Hasta cuatro veces arrancó para probar a sus rivales, pero todos respondieron, especialmente Andy Schleck, que en Super Besse se pegó a su rueda. El Macizo Central es volcánico, pero el luxemburgués no dejó al madrileño entrar en erupción. «Lo importante es ver que tienes buenas piernas. No hay que obsesionarse todavía con recortar diferencias porque los Alpes son en la última semana. Habrá que ver cuál es el momento adecuado», dice. «Y aprovecharlo».
✕
Accede a tu cuenta para comentar