Baloncesto

España

David Stern falta personal

David Stern
David Sternlarazon

María José Navarro

Salomón y la vanidad
Ha intentado la división exacta de las ganancias conseguidas, pero se ha encontrado con una disputa entre egoístas de élite.

Lo ha dicho claramente Obama: el conflicto de la NBA no es más que una pelea entre millonarios y multimillonarios. Con este panorama, no es extraño que la persona que ha dirigido la Liga de baloncesto más poderosa del mundo tenga poco que mediar o que arreglar entre gente que está podrida de billetes y personas que tienen el dinero por castigo. David Stern ha intentado una solución salomónica, que consistía en la división exacta de las ganancias conseguidas, esto es, cincuenta por ciento para los jugadores y la otra mitad para la patronal, pero se ha encontrado con una disputa entre egoístas de élite. Los deportistas se niegan a ceder y los clubes continúan en su estrategia llorona declarando pérdidas enormes para que el convenio colectivo se decante más a su favor. Así las cosas, Stern, algo melodramático y pasado de vueltas («Vamos a entrar en un invierno nuclear»), no ha tenido más remedio que retirarse del foco para darle luz a la cruda realidad: o llegan a un acuerdo por las buenas, aunque sea fuera del plazo razonable, o el veredicto de un tribunal no cerrará del todo las heridas y volverán a abrirse a las primeras de cambio.

De momento, quizá tengamos que agradecerle, de manera tangencial, que su fracaso nos permita disfrutar de algunas de sus estrellas. Aunque sea un espejismo transitorio (José Luis Sáez, agorero, dixit) se nos ponen los dientes largos al pensar que, en nuestras canchas, quepa la posibilidad de contemplar a ese grupo de los nuestros que ha provocado que el basket vuelva a pronunciarse como Dios manda: BA-LON-CES-TO.
 

Lucas Haurie

Neocon

Al lado de Stern, Cospedal es una musa del socialismo. Yo le condenaba a perderse seis meses en una isla desierta con Luis Rubiales.

A David Stern lo condenaba yo a perderse seis meses en una isla desierta con Luis Rubiales, el presidente de la AFE. O mejor, a compartir tienda de campaña con Cándido Méndez. Para que se le pasara ese neoliberalismo asilvestrado. Igual que los patronos mineros de «Germinal», la novela de Zola, el comisionado de la NBA luce músculo financiero para tratar de torcer el brazo a sus trabajadores. Sabe que las franquicias pueden permitirse un año sabático, pero que al deportista profesional lo mata la inactividad. Y así, por las bravas, recetará tremendos recortes salariales. A su lado, Cospedal es una musa del socialismo. Tras imponer un código de vestimenta más propio de colegio salesiano que del deporte profesional, la mejor Liga de baloncesto del mundo quiere que sus estrellas abracen la frugalidad luterana.

Por si no teníamos bastante con el dominio de los dos de siempre en el fútbol, la bromita de Stern ha permitido el desembarco en nuestra Liga Endesa a Rudy e Ibaka, en un lado, y amenaza con los hermanos Gasol en el otro. O sea, una regresión a la prehistoria del basket cuando Real Madrid y Barça coparon 32 de los primeros 34 títulos nacionales. No sólo en política caminamos borreguiles hacia el bipartidismo. El éxito de los jugadores europeos en la NBA había igualado las fuerzas en España porque las superestrellas tenían un destino más atractivo que pasearse en la pista del Lucentum; pero si persiste el «lockout», los medianos volverán a no poder competir con los gigantes. Y, para colmo, Kobe y compañía llegarán como tiburones hambrientos a los Juegos.