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Crítica de cine

Deneuve con los humos subidos

La actriz burla la ley antitabaco durante la rueda de prensa en Madrid para presentar su próximo estreno, «Potiche», y contestó airada cuando fue amonestada por ello

En la primera imagen, Deneuve desafía a las advertencias de que está prohibido fumar; en la segunda es amonestada por segunda vez, y en la última, apaga el cigarro de mala gana
En la primera imagen, Deneuve desafía a las advertencias de que está prohibido fumar; en la segunda es amonestada por segunda vez, y en la última, apaga el cigarro de mala ganalarazon

Sólo hay un enigma mayor para un hombre que las cosas que ocurren en los baños femeninos: cuántas cosas caben en el bolso de una mujer. La capacidad del que Catherine Deneuve trajo ayer a Madrid parecía infinita. Una vez cumplido el trámite de posar sonriente para los fotógrafos, la diva se sentó frente a los periodistas inquieta, no prestó toda su atención a la traducción de las primeras preguntas porque algo le faltaba sobre la mesa. Primero salieron de su chistera unas minúsculas gafas de sol que la protegieron de la iluminación, luego un estilizado paquete de tabaco, y, tras mucho revolver entre sus pertenencias, surgió un finísimo móvil plateado que llamó la atención de su compañero de mesa, François Ozon, director de «Potiche», que estrenará en España el próximo viernes.


Ganchillo en chándal
El primer regate a la prensa española fue fácil, pues tratándose de un filme en el que interpreta a una mujer florero que se rebela, esposa del dueño de una fábrica en la agitada Francia de los 70 con los sindicatos a huelga diaria, la pregunta parecía obvia: ¿se ha sentido discriminada alguna vez por el hecho de ser mujer? «No especialmente, quizá porque mi profesión es diferente. Soy consciente de que ha habido una evolución, pero debemos continuar con la lucha hasta que hombre y mujer cobren lo mismo por realizar un trabajo similar». La Deneuve otea el horizonte periodístico y mira con deseo su cajetilla. Ahora la sondean sobre su cambio de registro, encarna aquí gags cómicos, luce una permanente nada chic, hace ganchillo y se enfunda un chándal de esos que a nadie le gustaría enseñar a las vecinas. ¿A la vejez, menos sentido del ridículo? «Hace treinta años también habría aceptado este papel, el humor no es algo que se adquiera con la edad. No soy un actriz solemne, también al principio de mi carrera hice comedia», se defiende con contundencia. Ahora sí, pregunta si hay algún asmático en la sala y busca la aprobación de los informadores para saborear un primer pitillo. Le advierten de que quizá a la Policía no le parezca tan buena idea como a la Prensa. Ignora la advertencia y, decidida, empuña el mechero y comienza la sinfonía de los disparadores de las cámaras de los fotógrafos. ¿Se ha sentido alguna vez mujer-florero? «Hoy también hay hombres que son floreros. No es un estado, sino una situación, y aquellos que se encuentren en ella deben pensar que no va a durar siempre. Todos hemos sido floreros alguna vez».


El misterio de una carrera
Empezamos a elucubrar sobre la fórmula para que su estrella siga brillando, Deneuve intenta simular modestia: «La carrera es un misterio. Habrá gente que diga que es cuestión de caer bien a otras mujeres o cosas de otro tipo, pero, afortunadamente, es un misterio». Entonces, una empleada del hotel, sentada en la última fila, advierte a la diva francesa que si la noticia llega a oídos de las autoridades españolas será el establecimiento quien tenga que pagar la multa y no ella. La Deneuve no se anda con diplomacia: «Sois peores que los peores», espeta a la audiencia, y muestra su perplejidad por lo férreo de la legislación: «Sois de extremos, antes se podía fumar y hacer de todo en cualquier sitio, y ahora...». La diva, malhumorada, apaga el cigarro después de tomarse su tiempo advirtiendo que no tiene interés en perjudicar al hotel porque piensa volver a Madrid.

Su curiosidad sociológica no queda saciada y al rato pide a la sala que levanten la mano aquellos que fuman; los periodistas, disciplinados, simulan haber vuelto al aula, y ella calcula sorprendida que hay mitad y mitad de cada bando.


Contra su fama
No fue una visita feliz para ella, pues minutos después detuvo la rutina pregunta/respuesta para manifestar la perplejidad que le producía la imagen de diva fría y altiva que deducía que teníamos sobre ella por nuestras preguntas. «Me sorprende, es como si creyeran que yo me pasara todo el día en un sillón Luis XV tomando té», se reivindicó como mortal.

Paradojas de la vida, minutos después de reclamar normalidad el director, sin querer, aludía a lo difícil que es rodar con ciertos personajes. La primera colaboración entre el realizador y la ex compañera de Marcelo Mastroianni fue «8 mujeres» (2002), en la que cuajó un reparto de abundantes quilates integrado, entre otras, por Isabelle Huppert, Fanny Ardant y Emmanuelle Béart. «Fue una experiencia agradable, pero me sentí frustrado porque trabajaba con otras tantas actrices y todo mi esfuerzo fue lograr la neutralidad para no favorecer a ninguna de ellas», explicaba Ozon. Esta vez el director pensó desde el primer momento en la Denueve, precisamente, porque le encantaba el juego de encerrar en las tareas domésticas a una mujer tan moderna como ella. Una vez que aceptó, el personaje se cosió a su medida, incluida una canción final en la que la intérprete se luce a lo Carla Bruni.


Los secretos
Frivolidades aparte, la diva tuvo que reconocer que ella vivió las revueltas posteriores al 68 muy de lejos, «en aquella época que narra la película yo ya era una adulta que trabajaba, vi como espectadora todos esos movimientos, pues no era ni estudiante ni obrera».

Como toda dama, su personaje oculta unos cuantos secretos, uno de ellos, que descubrimos casi al principio, es una infidelidad con un obrero, interpretado por Gérard Depardieu: «En eso no he sido muy original, pues cuando uno piensa en un amante para Deneuve el primero que le viene a la cabeza es él. Han hecho tantas películas juntos y siempre es lo mismo: ella de burguesa, y él, su amor imposible, un hombre de izquierdas. Hay una especie de complicidad social en verles envejecer juntos », se justifica Ozon, satisfecho de que ambos picaran su anzuelo. Ella sólo tiene adjetivos positivos para su compañeros: «Nos conocemos desde hace tanto que lo nuestro es algo más íntimo que una amistad. Siempre está bromeando durante el rodaje, parece alguien distraído, pero cuando llega el ensayo o la filmación se convierte directamente en el personaje». Fiel a su aura, la Denueve se despide con una sonrisa, cómo no, fría, como si nada hubiera pasado.


Provocación o descuido
Parece que el famoseo se ha erigido un poco en defensa de los fumadores. Como personas públicas que son, pueden salir en los medios quejándose o diciendo si les gusta la norma o no. Pero hay otros casos en los que directamente, casi siempre para llamar la atención o por descuido, se convierten en defensores de la causa. En la reciente pasarela parisina la modelo Kate Moss no dudó en salir fumando un cigarro en el desfile de Mark Jacobs para Louis Vuitton. También Belén Esteban tuvo su propio episodio cuando la pillaron la semana pasada fumando en la puerta de un hospital madrileño mientras esperaba noticias del ingreso de su abuela.