Irak
Vencedores y vencidos
Sobre los escombros humeantes de las Torres Gemelas, Bush marcó el objetivo: Ben Laden, vivo o muerto. La progresía mundial se mofó de su retórica del Far West. En cuanto ha tenido la oportunidad, a Obama no le ha temblado el pulso: mejor muerto.
Y exhibe orgulloso la cabellera del líder de Al Qaida, tras una fulminante operación de comando de élite en territorio extranjero bautizada con el nombre de Gerónimo, el último jefe apache. Sin consultas previas ni ejercicios de multilateralismo. Nadie lo llamará asesinato selectivo. Eso queda reservado para Israel. Sharon ordenó matar al fundador y líder espiritual de los terroristas de Hamas en Gaza con un proyectil lanzado desde un helicóptero israelí en marzo de 2004. Cuando los servicios secretos británicos abatieron a varios terroristas del IRA en Gibraltar sin mediar palabra en 1988, Margaret Thatcher sentenció en el Parlamento: «He disparado yo». Bush intentó matar a Sadam con un bombardeo selectivo antes de desatar la ofensiva contra Irak, y la coalición de la que forma parte España está ahora intentando lo mismo con Gadafi, sin mandato legal. La fuerza no está reñida con la defensa de la paz y la libertad. Nuestros progres perdonan a Obama lo que nunca consentirían a otros. Pero es Obama quien al recibir el Nobel de la Paz dijo: «Que no quede la menor duda. La maldad sí existe en el mundo. Un movimiento no violento no podría haber detenido a los ejércitos de Hitler». De ahí la desfachatez de que por liquidar a Ben Laden le feliciten gobiernos que, ante un problema de terrorismo nacional, carecen de firmeza y constancia para luchar por una paz con vencedores y vencidos.
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